Sana
los vacíos y los miedos de tu pasado, cultiva un amor liberador y repite sin
cesar: acá estoy de paso y todo es prestado.
Donde
hay amor no hay necesidad. Amas sí puedes decir: “Te quiero mucho, pero no te
necesito”.
Los
apegos dependientes son un freno en la vida y, al momento
de morir, generan desasosiego.
Si Dios de verdad llena tu vida podrás
afirmar: me amo y amo sin
posesividad ni ansiedad. No sufras hipnotizado por lo material.
Los
apegos desnudan tu inseguridad y tus miedos que contagias
a los que dices amar.
Confía
y verás que la fe es tu mejor aliada.
Ámate
de tal modo que no necesites a nadie ni nada para ser feliz. No permitas que otros te necesiten porque los rebajas. Si alguien es todo para ti o tu razón de vida, vas a sufrir debido a
las dependencias. El espejo de los apegos refleja una autoestima baja y
una fe frágil.
La
sociedad te impele a poseer, pero lo que te colma de paz y
felicidad no es tener más, sino ser más en el sendero del amor puro.
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