Hay palabras que desempoderan y mutilan como estas: no puedo, no valgo,
qué pesar, pobrecito, qué lástima.
Bórralas de tu mente porque los limitados que se
superan las detestan y no
aceptan que les tengan lástima.
El pesar es aberrante, deja a alguien como víctima y le
impide valorarse y superarse.
Por tanto, déjalo de lado, ámate y ayuda a otros a apreciar su
dignidad, soñar, confiar y mejorar.
La lástima te deja en el limbo del
desaliento y la autoestima
te da fuerzas, luz y esperanza.
Incluso golpeado por el destino eres un ser de luz, un hijo del
Padre y un privilegiado.
Reconoce tus dones, piensa en lo que conservas, no
en lo que has perdido y concéntrate
en ser más, no en tener más.
Dios siempre está contigo, ámalo y ama con la
plena certidumbre de que todo lo demás es secundario y pasajero.
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