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¿A QUIÉN LE PERTENECEN LAS COSAS?

 

La pregunta de quién tiene derecho a poseer ciertas cosas ha sido objeto de debate desde hace siglos. Algunos filósofos y teóricos políticos han argumentado que todas las cosas pertenecen a todas las personas en igual medida, mientras que otros han defendido la propiedad privada como un derecho natural.
 
En un sistema de economía de mercado, la propiedad privada es esencial para la producción y el intercambio de bienes y servicios. Sin ella, sería difícil para las personas y las empresas planificar y invertir en proyectos a largo plazo, y el sistema económico se vería gravemente afectado.
 
Por otro lado, el exceso de concentración de la riqueza y la propiedad en manos de unos pocos puede llevar a desigualdades económicas y sociales extremas, y puede ser necesario implementar políticas para redistribuir la riqueza y la propiedad.
 

REFLEXION
“Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes.
 
A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.
 
Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo.
 
Era famoso por útilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento, y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante.
 
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla.
 
Conociendo la reputación del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.
 
  Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.
 
Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo: Arrojó algúnas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros.
 
Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible.
 
Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.
 
  Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:   -¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aún sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?   El viejo samurai repuso:   -Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo? -Por supuesto, a quien intentó entregarlo -respondió uno de los discípulos.
 
 -Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos añadió el maestro-.
 
Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo”.
 
Somos un reflejo de nuestro ser, nadie puede dar lo que no posee, muchos queriendo cambiar el mundo pocos son los que comienzan por ellos.
 
Ese que vive destruyendo e inventando el mal para si mismo no puede ser alguien de bien, nunca tomes nada personal todo está con la mente con que se piense.
 
En resumen, el texto cuenta la historia de un gran samurai anciano que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. Un joven guerrero conocido por su falta de escrúpulos desafía al viejo samurai, queriendo aumentar su fama. Sin embargo, a pesar de las provocaciones y los insultos del joven, el viejo samurai permanece impasible y no reacciona. Los estudiantes de zen se preguntan cómo pudo soportar tantas indignidades, a lo que el maestro responde que, al igual que un regalo, la envidia, la rabia y los insultos solo pertenecen a quien los carga consigo. El texto sugiere que para poder ser una persona de bien, debemos empezar por nosotros mismos y no tomar las acciones de los demás como algo personal.

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