Abres
una puerta de esperanza si haces una pausa para agradecer y alabar, por más
ocupado que estés.
En situaciones difíciles y en momentos
cruciales la oración es tu
mejor apoyo y tu fuente de energía.
Una pausa orante es siempre una experiencia
tonificante, es tu
conexión con Dios y con la vida.
Al dar gracias valoras tus bienes, reconoces tus bendiciones y alejas el inconformismo y el desaliento.
La
gratitud deja resonancias de alegría en tu alma y te llena de paz cuando te
acosan las pesadillas.
Igual sucede cuando sabes alabar y reconoces el amor y el poder del Padre los ángeles y los seres de luz.
La alabanza es oración pura en la que no pides nada y avivas los rescoldos de tu fe y del amor.
El mal
nunca es arrasador si estás con Dios y haces pausas para sentirlo, darles
gracias y alabarlo.
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