Cuando
llegue ese momento en sus vidas en el que sientan que tienen todo lo que
soñaron, quiero que se detengan un segundo y se pregunten: ¿podría mejorar aún más? ¿Hay algo que
quiero hacer, aprender o crear?
Si tienen un trabajo, piensen si podrían dar
un paso más. Si tienen una idea de negocio, atrévanse a darle vida. Si están enamorados, pídanle a esa persona que se case con ustedes,
y si ya lo hicieron, pídanlo de nuevo,
así sea solo para recordarse por qué están juntos. No se olviden de
los aniversarios, llévenlos al teatro, háganles el desayuno, cuenten
ese chiste malo que solo ustedes saben, aunque se mueran de la vergüenza. Ríanse de ustedes mismos.
De vez en cuando, apaguen el aire acondicionado, desconéctense,
dense el lujo de pasar un día sin obligaciones. Hagan lo que
siempre han querido: escriban una película, un libro, aprendan ese idioma que los hace soñar
con otro país, prueben esa comida exótica que no se atreven a pedir.
Y cuando discutan, recuerden que a
veces no se trata de tener la razón, sino de saber pedir perdón. Traten bien a quienes los
tratan mal, y enseñen con el ejemplo, no con palabras.
Ofrezcan lo que les gustaría recibir. Y si tienen un sueño, no lo
dejen ir sin luchar. Cuestionen todo, incluso lo que parece obvio, y que nunca se vayan a dormir sin algo en qué soñar. Que cada día sea diferente,
único. Porque la verdadera comodidad no
está en llegar a un lugar; está en disfrutar del camino.
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