Imagina que estás atrapado en una
habitación oscura, sin ventanas. Te sientes solo, triste y sin energía. Así se sentía
este tipo al que visitaron en el monasterio. ¡Y todo por su propia culpa!
El
abad le dijo algo muy claro: "Tú
te has creado tu propia prisión". ¡Vaya! ¿Cómo es eso? Pues resulta
que, con nuestras actitudes y pensamientos, podemos crear nuestra propia
realidad. Si siempre
estamos negativos y quejándonos, nuestra vida será un reflejo de eso: gris,
aburrida y sin alegría.
¿Qué
podemos aprender de esta historia?
· La actitud lo es todo: Nuestra forma de
ver la vida marca la diferencia. Si nos enfocamos en lo negativo, encontraremos
más cosas negativas. Pero
si buscamos lo positivo, ¡lo encontraremos!
· No estamos solos: Siempre hay
alguien que está peor que nosotros. Ver a los demás nos puede ayudar a valorar lo que tenemos y a sentirnos
más agradecidos.
· La vida es para
disfrutarla: No hay que esperar a que las cosas sean perfectas para ser
felices. Podemos encontrar
alegría en las pequeñas cosas y disfrutar de cada momento.
· El cambio está en
nuestras manos: Si no estamos contentos con nuestra vida, podemos hacer
algo al respecto. Podemos
cambiar nuestros hábitos, nuestras relaciones y nuestra forma de pensar.
¿Cómo
podemos aplicar esto en nuestra vida diaria?
· Agradecer: Cada mañana, al despertar,
podemos hacer una lista de las cosas por las que estamos agradecidos.
· Sonreír: La sonrisa es contagiosa y nos
hace sentir mejor.
· Ayudar a los demás: Hacer algo por los demás nos
hace sentir bien y nos conecta con los demás.
· Probar cosas nuevas: Salir de nuestra zona de confort
nos ayuda a crecer y a descubrir nuevas pasiones.
En
resumen:
La vida es un regalo y está llena de
posibilidades. Depende de nosotros aprovecharla al máximo. Así que, ¡levántate,
sal de tu zona de confort y enamórate de la vida!
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