En
las pruebas se mide la hondura o la superficialidad de esa fe que dices tener y
que, muy seguro, necesitas fortalecer.
A
los metales se les da temple en el fuego, y la adversidad o las crisis te
invitan a nutrir y afianzar esa fe que dices cultivar.
Con frecuencia se agota en rezos repetitivos, ritos vacíos y sin
que Dios aparezca en tu vida a no ser que nos sacuda un sismo.
Es triste decirlo, pero son pocos los que aman a Dios con todo el
corazón toda el alma y todas las fuerzas.
En ese amor que, supuestamente tienen, no ponen ni un ápice de la
pasión que desbordan en otras actividades.
Esa que se derrocha en un estadio, en las
rumbas o en la atención casi que constante a un artilugio electrónico.
Tener
fe es amar a Dios de verdad y no con una fe de arrebatos,
es tenerlo bien presente en tu vida y no solo por momenticos.
Solo piensa y acepta que en los 1.440 minutos
del día Dios no aparece en
absoluto o solo rezas unos 5 minutos. Cuida tu fe y nutre tu alma.
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