Las críticas no suelen ser bien recibidas. Sin embargo, ¿se
puede aprender de ellas? Por supuesto, siempre y cuando las expresen desde el respeto y no sean destructivas.
Y si esto último ocurre, la
mejor opción es protegernos.
¿Cómo podemos ser invulnerables a la crítica?
A la mayoría de nosotros, las críticas nos duelen, sobre todo si tenemos alguna herida abierta relacionada con su contenido o si provienen de personas que nos importan y apreciamos. Incluso, pueden ser el desencadenante de una retahíla de pensamientos a partir de los cuales nos restamos valor y descalificamos.
Ahora bien, existen personas a las que las críticas no les hacen tanto daño, es más se lo toman como algo constructivo o directamente hacen oídos sordos. ¿Es que acaso pueden volverse sordos cuando quieren? No, claro que no. Entonces, ¿qué les hacer ser tan invulnerables a la crítica?
“Con cada piedra que me tiran construyo mi fortaleza”. -Elvira Sastre-
La crítica y nuestro pensamiento
La principal diferencia entre las personas resistentes o invulnerables a la crítica y las personas sensibles a estas se encuentra en su pensamiento, en la actitud cognitiva que adoptan cuando reciben una crítica.
Mientras que las personas sensibles a la crítica generan un autodiscurso dominado por pensamientos negativos, que alteran el estado de ánimo, la conducta y desestabilizan la autoestima y suelen ser más inseguras sobre sí mismas.
Las personas invulnerables a la crítica son capaces de racionalizarla y refutarla cuando es incorrecta o no es pertinente.
Esto quiere decir que aquellos que son invulnerables no otorgan como verdad absoluta los comentarios de los demás, sino que reflexionan sobre ello. Su primera opción no es cuestionarse su valor, sino examinar lo que les han dicho para ver si es cierto o no. Veámoslo con un ejemplo.
Pedro y Carlos se encuentran en una discoteca dispuestos a ligar con alguna chica. Pedro es más tímido que Carlos y aunque ambos desean hablar y bailar con alguna de las chicas de la discoteca, a Pedro la idea de que alguna le diga que no, le aterra, mientras que si le ocurre esto a Carlos, no tarda ni 10 minutos en poner su atención en otra chica. Por ello, Carlos liga más que Pedro, ya que este último a partir de su inseguridad, se sumerge en un mar de negativismo.
Incluso, podemos observarlo con otro ejemplo: María vive en Madrid y quiere abrir un negocio para comenzar a independizarse. Laura, que vive en Barcelona, también opta por la misma decisión. Pongámonos en el supuesto, de que aunque no se conozcan y no tengan contacto alguno, las condiciones del negocio son las mismas.
Cuando María se lo contó a su pareja y amigos, estos le criticaron su idea de varias formas y ella pensó que llevaban razón por lo que se sintió fracasada antes de intentarlo y decidió no abrir el negocio.
A Laura la sucedió lo mismo, pero continuo con su idea, aunque modificó algunas gestiones.
Unos meses más tarde, Laura pudo abrir su negocio y María seguía sin saber qué hacer. ¿Qué observamos?
El miedo a la crítica, el temor al rechazo o a hacer el ridículo es una cuestión mental, es decir, de pensamiento. Carlos y Laura, no se desestabilizaron porque no interpretaron las críticas como un fracaso personal, sino como una posibilidad de intentar algo y de que podían mejorar. Las críticas no significaban un rechazo hacia ellos porque tenían claro que simplemente eran opiniones de los demás, como sí les ocurría a Pedro y María.
La crítica no puede ofendernos, si nosotros no le otorgamos el poder para ello. Si alguien nos critica injustamente, no sucederá nada que no queramos. No podemos sentirnos mal por los comentarios equivocados de otra persona, ya que el error no es nuestro, sino del otro. Además, es solo su opinión, no una realidad, no le concedamos un poder que no tienen.
Sin embargo, también puede darse el caso contrario, es decir, que alguien nos critique correctamente por alguna acción o actitud inapropiada que hayamos llevado a cabo, pero esto tampoco deber ser motivo de tristeza, amargura o angustia. Eso sí, siempre desde el respeto, sin descalificativos ni insultos de ningún tipo. Porque en el momento en que una persona emite una crítica desctructiva el problema es suyo y no nuestro.
Así, las críticas también pueden ser constructivas, por lo tanto, aceptémoslas, pensemos en ellas y busquemos otras alternativas o estrategias de resolución.
Las críticas pueden ser correctas o incorrectas, pero es nuestro pensamiento el que en última instancia le da un carácter perjudicial.
¿Qué podemos hacer para ser invulnerables a la crítica?
Tener una actitud asertiva
En la mayoría de las ocasiones, no recibimos una crítica con agrado, sino más bien con una actitud de confrontación. Solemos ponernos a la defensiva e intentamos desmontar los argumentos del otro, levantando fuertes muros lingüísticos y, en ocasiones, hasta ambiguos.
En este tipo de situaciones es muy importante ponerse en el lugar del otro, de la persona que realiza la crítica. Hay que tratar de empatizar desde una postura asertiva. Si nos ponemos en la piel de la otra persona, teniendo en cuenta sus circunstancias y visión del mundo, quizá entendamos mejor su actitud.
Ser asertivos ante la crítica, nos permite ser flexibles, abiertos, dialogantes y estar dispuestos a escuchar a los demás. Una actitud asertiva es aquella en la que el tono no se levanta y en la que cuando no se entiende algún dato o pensamos que no nos ofrecen toda la información necesaria para entender lo que nos dicen, hacemos preguntas facilitando el entendimiento entre ambos.
Buscar coincidencias con la crítica
Hay que buscar las zonas o aspectos de verdad de aquello que nos han dicho. De hecho, casi siempre es posible que encontremos en los argumentos contrarios una pizca de verdad, porque también existen críticas semi incorrectas.
Si encontramos alguna verdad, es bueno que lo reconozcamos ante el emisor, pero si comprobamos que no, es preferible el silencio a la mentira. Buscar que hay coincidencias demuestra al otro que tenemos en cuenta sus palabras y evita que entremos en una discusión de críticas y defensas.
Expresar nuestra opinión y pactar
Al expresar lo que pensamos es muy importante tener presente que no podemos ser destructivos con el otro. Expresar una opinión no implica atacar al otro y hacerle daño.
Para ello, podemos intentar no manejar un lenguaje ambiguo ni utilizar adjetivos negativos sobre la otra persona, sino centrarnos en los hechos ocurridos. Evitar las etiquetas y admitir la posibilidad de que quizá nos hayamos equivocado, también son dos opciones importantes. Pero sobre todo, pensar que nosotros no solo somos los errores que cometemos.
¿Cómo podemos ser invulnerables a la crítica?
A la mayoría de nosotros, las críticas nos duelen, sobre todo si tenemos alguna herida abierta relacionada con su contenido o si provienen de personas que nos importan y apreciamos. Incluso, pueden ser el desencadenante de una retahíla de pensamientos a partir de los cuales nos restamos valor y descalificamos.
Ahora bien, existen personas a las que las críticas no les hacen tanto daño, es más se lo toman como algo constructivo o directamente hacen oídos sordos. ¿Es que acaso pueden volverse sordos cuando quieren? No, claro que no. Entonces, ¿qué les hacer ser tan invulnerables a la crítica?
“Con cada piedra que me tiran construyo mi fortaleza”. -Elvira Sastre-
La crítica y nuestro pensamiento
La principal diferencia entre las personas resistentes o invulnerables a la crítica y las personas sensibles a estas se encuentra en su pensamiento, en la actitud cognitiva que adoptan cuando reciben una crítica.
Mientras que las personas sensibles a la crítica generan un autodiscurso dominado por pensamientos negativos, que alteran el estado de ánimo, la conducta y desestabilizan la autoestima y suelen ser más inseguras sobre sí mismas.
Las personas invulnerables a la crítica son capaces de racionalizarla y refutarla cuando es incorrecta o no es pertinente.
Esto quiere decir que aquellos que son invulnerables no otorgan como verdad absoluta los comentarios de los demás, sino que reflexionan sobre ello. Su primera opción no es cuestionarse su valor, sino examinar lo que les han dicho para ver si es cierto o no. Veámoslo con un ejemplo.
Pedro y Carlos se encuentran en una discoteca dispuestos a ligar con alguna chica. Pedro es más tímido que Carlos y aunque ambos desean hablar y bailar con alguna de las chicas de la discoteca, a Pedro la idea de que alguna le diga que no, le aterra, mientras que si le ocurre esto a Carlos, no tarda ni 10 minutos en poner su atención en otra chica. Por ello, Carlos liga más que Pedro, ya que este último a partir de su inseguridad, se sumerge en un mar de negativismo.
Incluso, podemos observarlo con otro ejemplo: María vive en Madrid y quiere abrir un negocio para comenzar a independizarse. Laura, que vive en Barcelona, también opta por la misma decisión. Pongámonos en el supuesto, de que aunque no se conozcan y no tengan contacto alguno, las condiciones del negocio son las mismas.
Cuando María se lo contó a su pareja y amigos, estos le criticaron su idea de varias formas y ella pensó que llevaban razón por lo que se sintió fracasada antes de intentarlo y decidió no abrir el negocio.
A Laura la sucedió lo mismo, pero continuo con su idea, aunque modificó algunas gestiones.
Unos meses más tarde, Laura pudo abrir su negocio y María seguía sin saber qué hacer. ¿Qué observamos?
El miedo a la crítica, el temor al rechazo o a hacer el ridículo es una cuestión mental, es decir, de pensamiento. Carlos y Laura, no se desestabilizaron porque no interpretaron las críticas como un fracaso personal, sino como una posibilidad de intentar algo y de que podían mejorar. Las críticas no significaban un rechazo hacia ellos porque tenían claro que simplemente eran opiniones de los demás, como sí les ocurría a Pedro y María.
La crítica no puede ofendernos, si nosotros no le otorgamos el poder para ello. Si alguien nos critica injustamente, no sucederá nada que no queramos. No podemos sentirnos mal por los comentarios equivocados de otra persona, ya que el error no es nuestro, sino del otro. Además, es solo su opinión, no una realidad, no le concedamos un poder que no tienen.
Sin embargo, también puede darse el caso contrario, es decir, que alguien nos critique correctamente por alguna acción o actitud inapropiada que hayamos llevado a cabo, pero esto tampoco deber ser motivo de tristeza, amargura o angustia. Eso sí, siempre desde el respeto, sin descalificativos ni insultos de ningún tipo. Porque en el momento en que una persona emite una crítica desctructiva el problema es suyo y no nuestro.
Así, las críticas también pueden ser constructivas, por lo tanto, aceptémoslas, pensemos en ellas y busquemos otras alternativas o estrategias de resolución.
Las críticas pueden ser correctas o incorrectas, pero es nuestro pensamiento el que en última instancia le da un carácter perjudicial.
¿Qué podemos hacer para ser invulnerables a la crítica?
Tener una actitud asertiva
En la mayoría de las ocasiones, no recibimos una crítica con agrado, sino más bien con una actitud de confrontación. Solemos ponernos a la defensiva e intentamos desmontar los argumentos del otro, levantando fuertes muros lingüísticos y, en ocasiones, hasta ambiguos.
En este tipo de situaciones es muy importante ponerse en el lugar del otro, de la persona que realiza la crítica. Hay que tratar de empatizar desde una postura asertiva. Si nos ponemos en la piel de la otra persona, teniendo en cuenta sus circunstancias y visión del mundo, quizá entendamos mejor su actitud.
Ser asertivos ante la crítica, nos permite ser flexibles, abiertos, dialogantes y estar dispuestos a escuchar a los demás. Una actitud asertiva es aquella en la que el tono no se levanta y en la que cuando no se entiende algún dato o pensamos que no nos ofrecen toda la información necesaria para entender lo que nos dicen, hacemos preguntas facilitando el entendimiento entre ambos.
Buscar coincidencias con la crítica
Hay que buscar las zonas o aspectos de verdad de aquello que nos han dicho. De hecho, casi siempre es posible que encontremos en los argumentos contrarios una pizca de verdad, porque también existen críticas semi incorrectas.
Si encontramos alguna verdad, es bueno que lo reconozcamos ante el emisor, pero si comprobamos que no, es preferible el silencio a la mentira. Buscar que hay coincidencias demuestra al otro que tenemos en cuenta sus palabras y evita que entremos en una discusión de críticas y defensas.
Expresar nuestra opinión y pactar
Al expresar lo que pensamos es muy importante tener presente que no podemos ser destructivos con el otro. Expresar una opinión no implica atacar al otro y hacerle daño.
Para ello, podemos intentar no manejar un lenguaje ambiguo ni utilizar adjetivos negativos sobre la otra persona, sino centrarnos en los hechos ocurridos. Evitar las etiquetas y admitir la posibilidad de que quizá nos hayamos equivocado, también son dos opciones importantes. Pero sobre todo, pensar que nosotros no solo somos los errores que cometemos.
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