El ir por la vida con un cónyuge a quien amamos es
una de las mayores satisfacciones. Un pequeño porcentaje de nosotros posee un
don natural para ello; el resto, debemos aprenderlo.
¿Cómo se
hace? ¿Cómo mantenemos vivo y sano un matrimonio por treinta, cuarenta,
cincuenta años? Se me
ocurrió que la mejor manera de averiguarlo es preguntarle a quienes lo lograron.
Al entrevistar a varias parejas que tuvieron
relaciones duraderas y llenas de amor, encontré que todas tenían un denominador
común: amor y aceptación incondicional del compañero de la vida, tal como él o
ella es.
Uno de los
caballeros de más edad con quien hablé lo expresó de esta manera: "Yo digo a mi esposa: no
hay nada en el mundo que puedas hacer para que deje de amarte, así que ni
siquiera te molestes en intentarlo; estarías perdiendo el tiempo".
Si estamos
enojados uno con el otro", dijo también ese esposo, "pedimos disculpas y
arreglamos la cosa rápidamente. De todas formas, dado que vamos a vivir
juntos por el resto de nuestras vidas, ¿por qué no hacer que el viaje sea agradable?"
Esa es otra habilidad que esas parejas parecen
haber adquirido, la habilidad de encarar rápidamente los desacuerdos y quejas
que surjan entre ellos.
La mayoría de nosotros tendemos a esconder bajo la alfombra los pequeños
problemas, con la esperanza de que, si no los encaramos y solucionamos,
desaparecerán automáticamente. En la mayoría de los casos no es así. Imagine que usted está
viajando por un camino, y llega a una bifurcación.
Si toma la senda equivocada, puede terminar a
muchos kilómetros de donde quería ir. De la misma manera, los problemas complejos de las relaciones de una
familia a menudo pueden rastrearse hasta un malentendido menor. Cuanto antes nos demos cuenta de
nuestro error, más fácil será solucionarlo.
Otra pareja
de ancianos me dijo: "No
esperamos a que nuestras relaciones se agríen y luego buscar una solución.
En lugar de ello, somos pro-activos, leemos libros y asistimos a talleres y conferencias sobre mejora
de las relaciones, y pensamos constantemente en cosas que podemos
decirnos uno al otro para que el otro se sienta amado".
La regla que dice: "Si no está roto, no lo
arregles", no vale para las relaciones. Aprendiendo constantemente a mejorar y reforzar nuestra
habilidad de relacionarnos, efectuando
pequeños actos de bondad y amabilidad hacia nuestro cónyuge, podemos
hacer que nuestra relación mejore constantemente. Una relación que no está mejorando de manera regular,
está retrocediendo.
Cuando di
ese consejo a una pareja durante una consulta, el esposo me telefoneó al día
siguiente, preguntándome: "¿Cómo
puedo hacer pequeños actos de bondad y amabilidad hacia mi esposa cuando estoy
enojado con ella?".
A lo que
respondí: "El hecho
de que usted no se sienta con ganas de hacerlo es, en sí mismo, una prueba de
lo necesario que es para vuestra relación que usted comience inmediatamente a
realizar actos de amor y amabilidad hacia su esposa. Cuanto más lo haga, más ganas le vendrán de hacerlo".
Inténtelo,
¡funciona!
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