Te fuiste sin hacer ruido, como quien emprende un largo viaje sin despedidas, pero dejaste atrás algo que no cabe en maletas: mi corazón, que se quedó solo, lleno de recuerdos, aferrado a tu sombra.
Hoy me despertó el silencio. El gallo viejo de la ventana no cantó… y no fue por falta de sol, sino porque tú no abriste la mañana. Y hasta el viento, ese que solía jugar con tus cabellos, se devolvió triste… porque no te encontró.
Eras ese arroyito que bañaba mi cabaña, la brisa suave, la canción sin letra que me hacía sonreír. Eras el negativo de la foto de mi alma, lo que le da sentido, contraste, luz y profundidad a lo que soy. Eras agua bendita en mis días secos, ese rayito de sol que me calentaba el nido cuando el mundo era frío.
Pero atardeció, y con la caída del sol, también se fue la claridad de mi cabaña. Y ahora el corazón, en silencio, abre su álbum de recuerdos, como quien hojea una vida que ya no está. Una canción nació entre lágrimas y acordeones, esperando que algún día la escuches… y regreses.
No sabes cuánto daría por ser el dueño de tu amor, por recuperar tu risa, por encontrarte y devolverte el corazón que se quedó varado, sin ti, sin rumbo.
Porque contigo no se fue solo tu cuerpo. Te llevaste mi calma, mi casa, mi sol, mis cosechas, mi aire, mi alegría. Y aunque no lo veas, sigues siendo el río que da vida a mis días, la sombra fresca en el desierto de mis noches, la luz tenue que me guiaba en medio de la tormenta.
Y si algún día decides volver… yo aquí estaré, con el alma en las manos, y con todo lo que somos guardado en el corazón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios