“Hoy
tenemos una tendencia muy marcada a convertir la felicidad nada más que en un
estado de placer. Nos hemos olvidado de aquel viejo concepto griego y
judeocristiano que asociaba la felicidad a un proyecto de vida y a la paz de la
conciencia, una paz que se lograba con la certeza de haber trabajado por ese
proyecto. Por lo tanto, esa felicidad podía muy bien convivir con el
sufrimiento y aún con el rechazo colectivo, que suelen ser lo contrario de lo
que busca el placer" (Tomás de Mattos).
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