La famosa fiebre del oro se desató en California entre enero de 1848 y el año 1855. Trajo bienes y males.
Fue una locura en la que, en un solo año, se pasó en esa zona de 1.500 habitantes a cien mil y después a 300 mil.
La mayoría de esas personas eran poco deseables: ladrones, aventureros, timadores y pistoleros.
La migración impulsó la agricultura y nuevos medios de transporte como el barco de vapor y el ferrocarril.
Los indígenas fueron asesinados o expulsados de su tierra y las minas causaron un grave daño ecológico.
El mismo fenómeno se dio después en otras regiones, incluso en Argentina y Chile en 1883.
La riqueza quedó en manos de pocos y no de miles de mineros porque el oro no solo no te da la felicidad, sino que te la quita.
También hoy los afiebrados por el oro ferian su vida, su salud y sus
relaciones, muy interesados en tener, no en amar.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios