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LA VIDA SIEMPRE TE DEVUELVE TODO LO QUE HACES


A veces escuchamos esa frase: "la vida siempre te devuelve todo lo que haces", y puede sonar a cliché. Pero si lo analizamos desde diferentes perspectivas, encontramos que tiene más verdad de la que pensamos.

Desde un punto de vista emocional, la energía que ponemos en nuestras acciones afecta nuestras relaciones. Si eres una persona que trata a los demás con respeto, amabilidad y empatía, lo más probable es que recibas lo mismo de vuelta. Tal vez no siempre, pero en general, la gente responde a cómo los hacemos sentir. Si eres despectivo o indiferente, esa energía tarde o temprano te alcanzará. Es como si el universo tuviera una forma de equilibrar las cosas.

Ahora, desde una perspectiva psicológica, nuestras acciones y pensamientos afectan cómo nos vemos a nosotros mismos. Si haces el bien y actúas de manera coherente con tus valores, te sientes más en paz, más satisfecho contigo mismo. En cambio, cuando actuamos en contra de lo que creemos, creamos conflicto interno y nos vamos llenando de culpa o frustración. De alguna manera, lo que hacemos afecta nuestra autoestima.

Desde el punto de vista espiritual, muchas religiones y filosofías hablan del karma o de una especie de justicia divina. La idea es que todo lo que das al mundo, bueno o malo, eventualmente regresa a ti. Ya sea que creas en eso o no, lo cierto es que nuestras acciones tienen consecuencias que muchas veces no vemos de inmediato, pero que terminan regresando.

En términos más prácticos, si haces el bien, generas un entorno positivo a tu alrededor. Por ejemplo, si ayudas a alguien sin esperar nada a cambio, es probable que en algún momento, cuando tú lo necesites, alguien esté ahí para ti. No se trata de esperar recompensas inmediatas, sino de entender que las buenas acciones crean una cadena que a la larga puede beneficiarte, aunque no de la forma que esperabas.

Por último, desde un punto de vista social, nuestras acciones individuales contribuyen al tipo de comunidad y sociedad en la que vivimos. Si cada persona se dedica a sembrar bondad, el ambiente general mejora para todos. Pero si solo pensamos en lo que nos beneficia a corto plazo, contribuimos a un ciclo de egoísmo que eventualmente nos afecta a todos.

Entonces, aunque no siempre lo vemos de inmediato, lo que hacemos tiene una forma de volver a nosotros. La vida no olvida. Y esa puede ser una de las grandes lecciones de nuestra existencia: lo que damos, es lo que recibimos.


REFLEXION

Un hijo y su padre van al campo y descansan al lado de una profunda gruta. El pequeño se acerca, cae, se lastima y grita: ¡Ahhhh!

Para su sorpresa, oye una voz repitiendo en el interior: ¡Ahhhh! Con curiosidad el niño grita: ¿Quién está ahí?

Y escucha: ¿Quién está ahí? Enojado con la respuesta, el niño grita: Cobarde.
Y recibe de respuesta: Cobarde.

El niño mira a su padre y le pregunta: ¿Qué sucede? El padre le dice: Mira hijo, grita: ¡Te admiro! Y la voz responde: ¡Te admiro!

Exclama Soy un campeón. Y se oye: Soy un campeón. Este fenómeno se llama eco y repite lo mismo por efecto del aire y del lugar.

Ahora escúchame, lo mismo sucede en la vida que siempre te devuelve todo lo que haces, positivo o negativo.

La vida te dará de regreso exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti.

Un sabio dijo: "Si no te gusta lo que estás recibiendo, revisa muy bien lo que estás dando".


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