Toda
experiencia es para aprender algo y pulirse, pero eso no implica sufrir pasivos
y resignados.
Hay
que buscar cambios con amor, orar como si todo dependiera de Dios y actuar como
si todo dependiera de ti.
El amor no siempre es suavidad, también es
firmeza y asertividad. Sólo cuando te quieres y te cuidas puedes respetar y
cuidar a otros.
Tu
reto es no reducir tu vida a los hechos negativos que nunca faltan en toda existencia.
Enciende otras luces y realiza actividades
que te llenen para que tus días tengan luz y alicientes.
Bien
unido a Dios puedes desterrar del alma las emociones tóxicas y cosechar buenos
frutos.
Con el veneno del desespero, la ira, el odio,
la envidia o el miedo no puedes esperar días radiantes.
La
clave está en seguir de verdad esta ley espiritual: Haz todo con amor y por
amor.
Como dijo San Agustín: Ama y haz lo que quieras porque
si amas puedes gritar, irte o ser muy firme.
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