¿Alguna vez has escuchado decir a alguien que siente envidia de la buena por ti?
La realidad es que, cuando analizas la envidia, aunque sea de la
buena, su raíz está en los sentimientos
camuflados de admiración, odio o frustración, producto del adiestramiento y del
condicionamiento inconsciente de estar comparándote con los demás.
Desde pequeños nos enseñan a compararnos con los otros, nos
adiestran en el que dirán y en buscar la aprobación de los
demás. Así vamos pasando de ser
niños alegres, felices y espontáneos que con todo disfrutábamos, y nos vamos convirtiendo en
ancianos deteriorados, fríos, calculadores, amargados,
tristes y rígidos, ya que la gran mayoría del tiempo depositamos nuestra tranquilidad en lo que suceda en el exterior.
El
problema radica en que cuando tú te comparas con los demás, (ya sea por poder, prestigio, dinero,
reconocimiento, apariencia física, etc.) caes en las garras de la miserable envidia que te consume la paz Interior.
Realmente la envidia, aunque tú no lo creas, nace del simple hecho
inconsciente de compararte con algo o alguien. Si quieres realmente
dejar de sufrir por tonterías, deja de una vez por todas el hábito nocivo de
compararte y te sorprenderá ver, como inmediatamente la envidia desaparecerá.
Si miras bien, tú nunca te comparas con las
estrellas, ni con los animales, ni con la naturaleza, solamente lo haces con
otros seres humanos, ya que así fue como te programaron, y esta comparación siempre estará basada en el
tener y en el ser mejor.
A veces por estar sumidos en la comparación,
se nos olvida apreciar las cosas, por lo que vemos más verde y bello el pasto
del vecino, nuestros pequeños problemas
los magnificamos y nos ponemos en el papel de víctimas, sin apreciar todo lo
lindo que sucede a nuestro alrededor.
Si
desde hoy aprendes a estar consciente y a dejar a un lado las críticas y
eliminas la comparación, instantáneamente la rabia, la maldad, la falsedad y
los celos desaparecerán. En ese momento podrás fácilmente volver a lo básico y verdaderamente bello de la
vida, e instantáneamente recuperarás tu naturalidad, alegría, espontaneidad y gozo que sentías cuando niño
y que perdiste con el tiempo.
Y recuerda … Nunca, nunca jamás dejes de soñar.
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