Joseph Ratzinger
El mundo actual "está enfermo" por el egoísmo, la indiferencia y el
desinterés del hombre. Su mal está en la dilapidación de los recursos y
en el acaparamiento por parte de algunos y en la falta de fraternidad entre los hombres y entre
los pueblos
El mal no se puede callar, sino denunciar.
El
mal en las sociedades es la falta de fraternidad.
Fijémonos
los unos en los otros para estímulo de la caridad y las
buenas obras. La Iglesia tiene la palabra "fijarse", que significa
"estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes
a la suerte de los hermanos.
Hay que insistir en cultivar la solidaridad, la fraternidad y la
justicia
Preocuparse por los demás conlleva preocuparse
por todos sus aspectos, el
físico, el moral y el espiritual…, por la salud y por el alma de prójimo.
La
cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal y es
por ello es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence,
"porque Dios es bueno y hace el bien".
El
corazón del hombre está endurecido por una anestesia espiritual" que deja
al hombre "ciego" ante el sufrimiento de los demás
La
riqueza material y la saciedad es la que impide muchas veces al hombre mirar de
manera amorosa al hermano.
Los intereses personales y las propias
preocupaciones son lo que lleva al hombre a ser incapaz de tener misericordia con quien sufre.
"Nunca nuestros problemas deben absorber
nuestros corazones hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre".
Ha caído en el olvido “la corrección fraterna
para la salvación eterna". Hoy somos muy sensibles al bien físico y material de los demás,
pero callamos "por completo" sobre la responsabilidad espiritual para con los hermanos.
Es
necesario corregir al que se equivoca
Frente
al mal no hay que callar.
Cuando el hombre se aparta de Dios, no es Dios
quien le persigue, sino los ídolos.
La
razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana.
Cuando el relativismo moral se absolutiza en
nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al
totalitarismo.
“En aquellos días aprendí dónde hay que
interrumpir la discusión para que no se transforme en embuste y dónde ha de
empezar la resistencia para salvaguardar la libertad”.
Nos hemos de liberar de la falsa idea de que
la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy.
Allá donde la moral y la religión son
reducidas al ámbito exclusivamente privado, faltan las fuerzas que puedan formar una comunidad y
mantenerla unida.
Cuando la política promete ser redención, promete demasiado. Cuando
pretende hacer la obra de
Dios, pasa a ser, no divina, sino demoníaca.
En la concepción relativista, dialogar
significa colocar la propia fe al mismo nivel que las conviciones de los otros,
sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de
los demás.
Una
fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe.
Si
nos atrevemos a creer en la vida eterna, a vivir para la vida eterna, veremos
cómo la vida se torna más rica, más grande, libre y dilatada.
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