Qué maravilla es despertar y simplemente poder respirar. Parece algo simple, cotidiano, pero es un milagro que muchas veces olvidamos. Hay días en que nos quejamos, en que sentimos que todo está mal… y sin embargo, seguimos aquí, vivos, latiendo, con la oportunidad de amar.
Tener a alguien que te mire y te haga sentir en casa solo con una sonrisa, eso no tiene precio. Tener a quien abrazar cuando afuera la calle es dura, amarga y fría, es una bendición que el alma reconoce aún cuando el corazón está cansado.
Yo lo digo sin vergüenza: contigo yo me la juego. Con todo o con nada. Con dinero o sin dinero. Porque lo verdadero no se compra, se siente, se cultiva y se agradece. Agradezco cada atardecer a tu lado, cada gesto, cada palabra, cada silencio compartido. Tu apoyo es mi refugio, tu cariño mi impulso.
La vida no siempre es justa. Llueven problemas, vienen crisis, falta el trabajo, sobran las preguntas... pero si tú estás, yo tengo el valor de seguir caminando.
Tú eres para mí como la lluvia que renueva el campo seco, como el azúcar que endulza mis días más amargos. Por ti, yo me la juego. Porque cuando alguien te llena de paz, te devuelve la fe, te enseña a respirar lento… no hay miedo que te detenga.
Dímelo, confírmalo, abrázame aunque no digas nada. Solo quédate. Porque cuando estamos juntos, hasta el aguacero se siente bonito.
Así, sin lujos, sin promesas falsas, con lo que tengamos y con lo que soñamos, yo me la juego por ti.
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