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EL DÍA QUE LA VI ENTRAR, SUPE QUE MI VIDA CAMBIARÍA PARA SIEMPRE

 

¡El instante en que la vi entrar lo cambió todo! Una certeza fulminante, un presentimiento que caló hasta los huesos: "contigo, me ibas a llevar". Y no importaba el destino, porque a su lado, cualquier camino se transformaba en el paraíso. "Hoy te doy mi vida entera, ya no tengo nada que buscar", porque en ella encontré el universo entero.

Sus ojos, ventanas a un alma que ilumina; sus manos, el refugio perfecto; su risa, una melodía que espanta cualquier tristeza. "Tu forma de amarme es mi favorita", esa danza única de dos corazones que se entienden sin palabras. Y esos besos, "por siempre, en las mañanitas", el despertar a una nueva ilusión cada día. "Te juro, mi amor, que yo prometo cuidarte, con Dios de testigo, prometo quedarme a todas contigo". Una promesa que emana desde lo más profundo, un anhelo de eternidad compartida.

"Qué suerte tenerte aquí vestida de blanco", una imagen que detiene el tiempo, un sueño hecho realidad. En ese instante, el alma se expande, "siento que vuelo, que soy dueño de un banco, que tengo poderes solo porque te amo". La posesión material palidece ante la riqueza inmensurable de su presencia. "Que lo tengo todo si te tengo a mi lado", una verdad sencilla y poderosa que lo resume todo.

"Qué suerte la mía de verte con mis ojos", de ser testigo de su existencia, de la magia que irradia. "Que seas tan mía y yo tuyo sobre todo", una pertenencia mutua que libera, que fortalece el vínculo. "Que, de mil personas, escogiste a este loco", un milagro inexplicable, un regalo del destino. Y en esta unión, "hay Luna de miel para siempre entre nosotros", una promesa de amor eterno, de descubrimiento constante.

"No sé si una vida va a alcanzar, si es por mí, que sean cinco más, pero todas a tu lado". Una súplica del alma que ansía prolongar cada instante, cada caricia, cada mirada compartida. "Ay, mujer, cuánto te amo, bésame que ya no aguanto más". La necesidad física se convierte en la expresión palpable de un amor que desborda.

Esta no es solo una canción, es un grito del corazón que ha encontrado su hogar. Es la celebración de la fortuna de amar y ser amado. Es la certeza de que, en este universo vasto, encontrarse es el regalo más preciado. Que todos tengamos la suerte de pronunciar con el alma: ¡Qué suerte tenerte! Y que ese sentimiento nos acompañe en cada latido.


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