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LA DESPEDIDA DEL AMANTE: ENTRE EL DOLOR Y LA DIGNIDAD

 

Señora, no pretendo herir con mis palabras,

ni culparla por un amor que fue como el fuego:

ardió, iluminó, pero también quemó.

Usted es dueña de su vida, de sus noches,

de los laberintos donde su corazón decide perderse.

Y yo… yo solo fui un viajero que, sin querer,

se dejó atrapar por su brújula rotta.

 

Confieso que me enamoré como un niño,

con la inocencia de quien no conoce las sombras,

y no me arrepiento. ¿Cómo lamentar

haber sido dueño de su alcoba,

de esa cama donde el tiempo se detuvo

para convertirnos en un solo latido?

Recuerdo cómo el Sol nos sorprendió al amanecer,

cansado de tanto placer, de tanto delirio,

como si hasta él hubiera envidiado nuestra danza.

 

Pero la vida no es un cuento de hadas,

es un torbellino que arrasa con promesas.

Cuando supe de su otro amor,

no fue el dolor lo que me asustó,

sino la claridad: usted no es dueña solo de su cuerpo,

sino también de sus traiciones.

¿Acaso no es cruel jugar con un alma

que creyó encontrar en usted su refugio?

 

No vine a suplicar, ni a llorar en silencio.

El alma herida necesita gritar,

necesita decir: "Fui tu prisionero,

enredado en tus besos como en una telaraña,

y cuando descubrí tu juego,

comprendí que no eras mi cielo,

sino una estrella fugaz que se apaga en el aire".

 

Hoy me despido no como un mártir,

sino como quien cierra un libro

cuyas páginas están manchadas de tinta y sangre.

Usted, mi dulce dama elegante,

es una bandolera del amor,

que reparte cariño como si fuera moneda falsa.

Y aunque el dolor me hizo sentir como un niño,

ahora soy un hombre que aprendió a despojarse de mentiras.

 

Porque ya no creo en lágrimas fingidas,

ni en promesas que se evaporan al primer soplo de viento.

Yo te adoraba, mujer, con cada fibra de mi ser,

pero hoy elijo ser dueño de mi libertad,

de mis noches, de mis amaneceres.

Usted será siempre un recuerdo,

pero no mi destino.

 

Reflexión para quienes han amado intensamente, han sido heridos y entendido que la dignidad es el mejor adiós.

El amor no duele por ser perdido, sino por ser mal entregado.

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