Le conté al cielo que te
fuiste…
y llovió.
No sé si fue por compasión,
o porque él también
recordaba
ese primer día en que el mundo
cambió para mí:
tú con el pelo suelto,
y yo, con el alma
alborotada
intentando hacerte reír
como si la risa fuera el
puente entre dos desconocidos
que estaban destinados a no
soltarse jamás.
Pero me soltaste.
Me duele,
cada vez que la memoria me
traiciona con tus besos,
porque el tiempo…
el tiempo solo sabe irse.
Y no hay camino de regreso.
Desde que quitaste el corazón de mi contacto,
me borraste el corazón.
Y si pudiera volver atrás,
no cambiaría un detalle…
lo cambiaría todo.
Porque tú y yo éramos
propósito,
aunque el final pareciera accidente.
No fue perfecto.
Yo no fui perfecto.
Pero te amé con la verdad
más pura que supe dar.
¿Te duele un poquito?
¿Solo un poquito?
¿Te duele no tener mis manos en tu caos?
¿Extrañas mis silencios
incómodos
y las torpezas con las que
te decía que eras todo para mí?
No es secreto:
no supe mostrarte mis
grietas.
Y tú pensaste que yo no
sangraba.
Pero sangro.
Sangro cada vez que te
imagino con alguien más,
cada vez que pienso en ese
cumpleaños
que no te voy a cantar.
No te culpo por rehacer tu vida.
Solo quiero que sepas
que yo no sé rehacer la
mía.
No es secreto:
yo no puedo respirar sin
ti.
Y mientras tú sigues,
yo me quedo aquí,
esperando que un día, sin
planearlo,
te duela… aunque sea un poquito.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios