Y que me traigan otra botella…
no para olvidar,
sino para brindar por todo lo que dolió.
Por lo que se fue sin despedirse,
por lo que me enseñó a querer con locura
y luego me dejó vacío.
Que me apunten en la cuenta
la tristeza, el orgullo herido,
el amor no correspondido
y las veces que creí que el alma se rompía.
¿Qué importa?
Que te fuiste
sin decir adiós.
Que tu risa ya
no suena en mi colchón.
Que ahora compartes tus mañanas
con alguien que no sabe
todo lo que yo supe de ti.
¿Qué importa…?
Si tú
ensuciaste mi nombre,
si tú te fuiste
sin mirar atrás,
si yo fui el único que apostó todo
y perdió hasta la voz en el intento.
Así es la vida:
caprichosa,
impredecible, descarada.
Un día te sube,
otro día te entierra.
Te promete amor
eterno
y al siguiente
te deja bailando solo
mientras ella se ríe en otra mesa.
Pero aquí sigo.
Roto, tal vez.
Cansado, también.
¿Herido? Por supuesto.
Pero de pie.
Porque así es
la vida:
a veces negra,
a veces rosa,
a veces te lo da todo,
y a veces te lo quita todo hasta el aliento.
Y aunque me
hayas desangrado el corazón,
aunque tú sigas bailando
mientras yo me reconstruyo,
no te odio, ni me arrepiento.
Te quise demasiado, sí.
Y nadie te ha querido como yo, lo sé.
Pero ahora me
quiero yo,
y eso…
eso ya no lo pongo en juego por nadie.
Así es la vida.
Y aún así,
se sigue bailando.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios