Hoy quiero hablarles de un mandamiento que no solo está en los Diez
Mandamientos, sino en el corazón mismo de la humanidad: honrar
a nuestros padres . No como una obligación fría, sino como un acto de amor que dignifica a
todos, une familias y sana al mundo.
• Nunca los humillen, ni en público ni en
privado
Detrás
de un padre o madre hay una historia de sacrificios, errores, luchas y amor. Aunque no hayan sido perfectos, su dignidad
es intocable. "¿Quién
soy yo para juzgar?", pregunté una vez. Y hoy les digo: si
alguien falló, no merece burlas, sino comprensión. El perdón no borra el dolor, pero abre espacio
para la paz.
•
Nunca los maltraten, física
ni emocionalmente
El respeto es un lenguaje universal. Nadie
tiene derecho a herir a quien nos dio la vida, ni con golpes ni con palabras
que dejan cicatrices. El amor verdadero no
lastima: cuida, abraza, protege. "Amar al prójimo como a uno mismo" (Marcos 12,31)
no es una sugerencia, es un camino.
•
Nunca les griten
El grito nace del orgullo; la escucha, de la humildad. Si hay
desacuerdo, hablemos con calma. Un "¿cómo te sientes?" vale más que mil reproches. "La paciencia y la
mansedumbre son signos de fuerza, no de debilidad" , les
recuerdo.
•
Nunca los ignoren
Estar presente no es estar físicamente allí. Es mirarlos a los ojos,
escuchar sus historias, permitirles que sigan siendo protagonistas. Un café compartido, una carta escrita a
mano… Pequeños gestos que dicen: "Tu existencia importa" .
•
Nunca les reprochen lo que
hicieron por ustedes
Con
sus limitaciones, nuestros padres nos dieron lo que pudieron: un techo, un
plato de comida, una lección de vida.
No exijamos perfección. Muchas veces, su amor fue silencioso, como la raíz que
sostiene un árbol sin pedir reconocimiento. Agradecerles no es olvidar, sino reconocer su esfuerzo.
•
Nunca los abandonen en su
vejez
Cuando
llega la edad dorada, no los dejemos solos. La vejez no es un castigo, sino un
testimonio de vida. ¿Acaso no estuvieron ellos allí cuando aprendimos a
caminar? Ahora es nuestro turno de
caminar con ellos, de sostener sus manos temblorosas y recordarles: "No estás solo. Yo estoy
aquí" .
• Nunca los pongan en segundo plano por
conveniencia
El
tiempo es un regalo que no se repite. Una visita hoy puede ser la última
sonrisa que necesitan. Priorizarlos no es
sacrificar nuestra vida, es entender que su presencia es un legado que nos
enriquece. Un padre o
madre no es un trámite burocrático: es un hogar.
• Nunca los usen solo cuando los necesitan
El amor verdadero se
demuestra con constancia, no solo en momentos de necesidad. Si hoy los llamas solo para pedir algo,
mañana podrías perder la oportunidad de decirles: "Te quiero" .
Hermanos, el mandamiento de honrar a padre y madre no es antiguo: es
revolucionario. En un mundo que desecha lo viejo, nosotros somos llamados a
cuidar lo que da sentido. Porque detrás de cada anciano hay historias de
guerra, de esperanza, de amor que resistió tormentas.
Hoy les pido: miren a sus padres como a un árbol . Sus ramas quizás
se sequen, pero sus raíces aún nos sostienen. No los ignoren, no los humillen,
no los dejen solos. En ellos está la memoria de quiénes somos, y en nuestro
amor, la promesa de un futuro más humano.
Compartan este mensaje si creen que honrar a los padres es un acto de
justicia, de gratitud y de fe

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