La gente me señala,
como si mis pasos hirieran
el suelo que pisan.
Susurran a mis espaldas,
como si sus palabras
pudieran torcer mi camino.
Pero yo, firme y libre, les
devuelvo silencio…
porque a mí me importa un
bledo.
¿Qué más da si soy distinta?
¿Acaso nacimos todos para encajar en moldes rotos?
No soy de nadie.
No tengo dueño.
Y en un mundo que exige
obediencia,
yo elijo ser rebelde con
causa… conmigo.
Me critican, me odian,
la envidia les arde por dentro.
Porque mi vida les grita lo
que ellos callan:
que se puede vivir sin
pedir permiso.
Mis decisiones son mi
escudo.
Mis convicciones, mi
espada.
Mi destino… es mío.
No de los que juzgan.
No de los que temen.
Mío, porque lo escribo cada
día sin vergüenza,
sin filtros, sin cadenas.
¿A quién le importa lo que
yo haga?
¿Lo que yo diga?
Si lo que soy incomoda,
entonces estoy en el camino correcto.
Quizás mi única culpa fue
ser valiente.
No seguir la norma.
No tragarme la voz.
Pero ya es tarde para
cambiar…
y muy temprano para
rendirme.
Así seguiré.
Con la frente en alto.
Con el alma intacta.
Con el fuego de quien no busca aprobación,
sino verdad.
Porque yo soy así…
y eso no va a cambiar.

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