Cuando,
por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba
por ahí el gato del
ashram.
Merodeaba por todas partes y, en realidad, distraía a los que iban allí a
orar o a meditar buscando paz.
Entonces el gurú ordenó un día que ataran al
gato durante el culto de la tarde.
Así
todo estaba en calma.
Mucho tiempo después de haber
muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto.
Y
cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.
La tradición continuó.
Siglos
más tarde, los discípulos escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña un gato
en un buen culto.
Nota: ¿cualquier parecido entre esto y las
doctrinas, creencias, normas y prohibiciones de las religiones es pura
coincidencia? A los
humanos les encanta multiplicar doctrinas y normas.
Es que si se enseña que basta
con amar los credos no tienen razón para existir.
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