¿Cómo
es posible que de dos personas que comparten la misma dieta occidental alta en
grasas y calorías una se vuelva obesa y diabética mientras otra mantiene una
figura esbelta?
Es la pregunta que se ha hecho un equipo de
investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale (EE.UU.),
que ha llegado a la conclusión de que la clave está en ciertas diferencias en
el funcionamiento cerebral que se definen antes de nacer.
Según han demostrado los expertos en experimentos con
ratones , la causa de que una misma dieta no tenga los mismos efectos en el
peso de diferentes sujetos reside en los centros de alimentación de una región
del cerebro denominada hipotálamo.
Así, en los individuos propensos a la obesidad, las
señales neuronales que indican al cerebro que se ha comido suficiente y que ha
llegado el momento de quemar calorías es mucho más lenta, ya que resulta
inhibida por otras células. En los animales resistentes a la obesidad, por el contrario,
las neuronas de la saciedad son muchos más activas y actúan más rápido. "Parece que el cableado del
cerebro es determinante en la vulnerabilidad para desarrollar obesidad".
Los resultados explicarían también por qué la voluntad
personal no determina la obesidad. De hecho, "quienes son vulnerables a la obesidad también
desarrollan una inflamación del cerebro, lo que puede justificar por qué tienen
más dificultades para perder peso", concluyen los científicos.
El
siguiente paso para los expertos será analizar qué factores determinan que se
consolide uno u otro funcionamiento cerebral durante el desarrollo embrionario.
Y comprobar si, además de la genética, también pueden entrar en juego factores
ambientales.
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