Evidentemente,
el método científico es el método que utilizan los científicos para hacer
descubrimientos científicos. Pero esta definición no parece muy útil.
¿Podemos dar más detalles?
Pues bien, cabría dar la siguiente versión ideal de dicho
método:
Detectar
la existencia de un problema, como puede ser, por ejemplo, la cuestión de por
qué los objetos se mueven como lo hacen, acelerando en ciertas condiciones y
decelerando en otras.
Separar
luego y desechar los aspectos no esenciales del problema. El olor de un
objeto, por ejemplo, no juega ningún papel en su movimiento.
Reunir
todos los datos posibles que incidan en el problema. En los tiempos
antiguos y medievales equivalía simplemente a la observación sagaz de la
naturaleza, tal como existía. A principios de los tiempos modernos empezó a
entreverse la posibilidad de ayudar a la naturaleza en ese sentido.
Cabía planear
deliberadamente una situación en la cual los objetos se comportaran de
una manera determinada y suministraran datos relevantes para el problema. Uno
podía, por ejemplo, hacer rodar una serie de esferas a lo largo de un plano
inclinado, variando el tamaño de las esferas, la naturaleza de su superficie,
la inclinación del plano, etc. Tales situaciones deliberadamente planeadas son
experimentos, y el papel del experimento es tan capital para la ciencia
moderna, que a veces se habla de "ciencia experimental" para
distinguirla de la ciencia de los antiguos griegos.
Reunidos
todos los datos elabórese una generalización provisional que los describa a
todos ellos de la manera más simple posible: un enunciado breve o una relación
matemática. Esto es una hipótesis.
Con la hipótesis en la mano se pueden predecir los
resultados de experimentos que no se nos habían ocurrido hasta entonces.
Intentar hacerlos y mirar si la hipótesis es válida.
Si
los experimentos funcionan tal como se esperaba, la hipótesis sale reforzada y
puede adquirir el status de una teoría o incluso de un "ley natural".
Está claro que ninguna teoría ni ley natural tiene carácter definitivo. El
proceso se repite una y otra vez. Continuamente se hacen y obtienen nuevos
datos, nuevas observaciones, nuevos experimentos. Las viejas leyes naturales se ven constantemente
superadas por otras más generales que explican todo cuanto explicaban las
antiguas y un poco más.
Todo esto, como digo, es una versión ideal del método
científico. En la práctica
no es necesario que el científico pase por los distintos puntos como si fuese
una serie de ejercicios caligráficos, y normalmente no lo hace.
Más
que nada son factores como la intuición, la sagacidad y la suerte, a secas, los
que juegan un papel. La historia de la ciencia está llena de casos en
los que un científico da de pronto con una idea brillante basada en datos
insuficientes y en poca o ninguna experimentación, llegando así a una verdad
útil cuyo descubrimiento quizá hubiese requerido años mediante la aplicación
directa y estricta del método científico.
F. A. Kekulé dio con la estructura del benceno mientras
descabezaba un sueño en el autobús. Otto Loewi despertó en medio de la noche con la solución del
problema de la conducción sináptica. Donald Glaser concibió la idea de
la cámara de burbujas mientras miraba ociosamente su vaso de cerveza.
¿Quiere decir esto que, a fin de cuentas, todo es
cuestión de suerte y no de cabeza? No, no y mil veces no. Esta clase de "suerte"
sólo se da en los mejores cerebros; sólo en aquellos cuya "intuición" es la
recompensa de una larga experiencia, una comprensión profunda y un pensamiento
disciplinado.
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