En un centro comercial en un lugar de los Estados
Unidos una pareja se acercó a comprar un artículo.
La dependiente
les atendió solícita y no se percató que al darles el cambio, se le fue la mano
y les dio mucho dinero de más. Ellos, que tenían prisa, tampoco se dieron
cuenta del error.
Ya fuera del centro comercial fueron a un
restaurante. Al revisar su billetera, el hombre se percata de que había
recibido mucho dinero como cambio; ¡Unas cincuenta veces más de lo que pagó! Se
había dado una confusión de la denominación de los billetes. El dijo a su
pareja que debían ir de inmediato a devolver lo que no era suyo, y retornaron
al centro comercial enseguida.
Al acercarse hacia la dependiente, la llamaron
aparte para no avergonzarla ante otros ni complicarle la vida.
-“Señorita,
usted me dio dinero de más como cambio de la compra que le hice hace unos
minutos. Aquí le devuelvo su dinero y déme lo que es correcto y tenga más
cuidado la próxima vez”
La mujer se
quedó boquiabierta y, siendo responsable, llamó a su jefe de sección y le
explicó de qué se trataba.
El hombre se
acercó presto a la pareja, asombrado también, y le explicó al honrado
caballero:
-“Señor, ¿ve esa
cámara de TV? Allí se ha grabado todo, desde que usted hizo la compra, cuando
se le dio cambio de más y ahora que usted ha retornado ese dinero que por error
se le dio. Nuestra compañía quiere honrarle y pedirle que nos permita publicar
este hecho ejemplar que ya casi no se da en estos días”
Un tanto
nervioso, el aludido tomó del brazo al jefe de sección de ese centro comercial
y, en voz baja le dijo:
-“Señor, olvídese de lo ofrecido; si usted hace eso
me pondría en problemas.¡Yo soy casado, y la mujer que está conmigo no es mi
esposa!”
Sí, se trataba de un caso extraordinario de
honradez; pero no había integridad en aquel hombre.
Puede haber honradez sin integridad, pero nunca
integridad sin honradez.
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