En
un duelo es dañino esconder el llanto y es sano liberar emociones como rabia,
tristeza, desespero y culpa.
La
paz inunda tu alma si perdonas y dejas de culparte y culpar a otros. La culpa
roba energías.
Los sabios aseguran que siempre se
parte cuando es, ni antes ni después, según el plan trazado con Dios antes de venir.
Hay menos titubeos en la fe si crees en
un Dios de amor y ves la
muerte como un paso entre vidas.
Dios no te quita a los seres amados,
cada ser parte el día escogido, según lo que vino a aprender y enseñar.
Al
inicio de un duelo no conviene tomar decisiones radicales como cambiar de casa o de
trabajo.
Un
duelo se procesa con paciencia, calma, fe y amor.
Busca ayuda y no te aísles.
Es sano hablar del difunto y también es
un bálsamo para el alma hablar con él.
Entrega
al ser amado sin apegos. Aferrarlo puede frenar su evolución espiritual y un
apego paralizante te trae dolor. Lee el libro “Muerte un paso a la vida”.
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