El estrés muchas veces puede pasar desapercibido, o creemos que podemos controlarlo, y que cuando llegue el momento en que estemos a punto de explotar, encontraremos la manera de eliminar toda la presión de nuestra vida, lo cual es una completa mentira . La mayoría de las veces nos encontramos tan enfocados en nuestras tareas cotidianas, en cumplir ciertos objetivos laborales, que nuestra mente bloquea las señales de advertencia, y cuando te des cuenta, será tarde.
Tu cuerpo comenzará a presentar síntomas de que algo no anda bien , y aunque muchas veces no parece ser tan alarmante, lo mejor es prestar un poco de atención, darte un respiro y detenerte aunque sea por un momento . Estos son algunos síntomas de que hemos llegado al límite.
1. Dormir mal.
Te cuesta mucho trabajo conciliar el sueño y cuando por
fin lo logras, duermes un sueño poco profundo o a veces, con pesadillas. Si
pasas los días luchando por llegar a tiempo al trabajo o a la escuela porque no
descansaste y te quedaste dormida, entonces tu cuerpo te está avisando que
estás bajo demasiada presión.
2. No importa cuánto duermas, igual te sientes cansada.
Por fin lograste dormir toda la noche pero, ¡sorpresa!, te levantas más cansada que los
días en que no duermes. Si no hay horas suficientes en el universo para
que tu cerebro y tu cuerpo descansen y se sientan renovados, es señal de
alerta.
3.
Te resfrías con facilidad.
Cuando el cuerpo se somete a niveles muy altos de estrés
nuestro sistema inmunológico puede llegar a verse afectado, pues el cuerpo no
tiene energía suficiente para protegerse de las enfermedades, incluso de las
más comunes y fáciles de evitar. Si has sufrido resfriados últimamente, echa un vistazo a tu carga de
trabajo.
4. Dolores musculares.
Especialmente en el cuello y la espalda, las zonas donde
la tensión se acumula. Las probabilidades aumentan cuando tienes que trabajar
en una silla incómoda o en un escritorio que no está a la altura adecuada. Aunque no lo creas, el estrés
causa mucho más síntomas físicos de los que pensabas.
5. Constantemente estás preocupada.
Si notas que no puedes dejar de pensar en tu trabajo, en
el examen que tienes que presentar la próxima semana o en cualquier cosa que te
haga sentir preocupada, es probable que estés algo estresada. Considera tomarte un descanso y
después ocúpate de resolver tus tareas.
6. Todo te irrita.
Si últimamente te das cuenta de que tienes la mecha más
corta de lo normal y cualquier cosa te hace explotar en furia o en llanto, tus emociones alteradas son otra
gran advertencia de que tu cuerpo ya no puede más.
7.
Tu apetito se altera.
Hay dos extremos en este punto que te pueden indicar que
tu cuerpo está siendo victima de mucha presión: si con frecuencias te saltas el
almuerzo porque no tienes hambre, o cuando tienes deseos insaciables de consumir alimentos ricos en
grasas y azúcar.
8.
Dolores de estómago.
Aunque hay diversas enfermedades que pueden mostrar como
síntoma un dolor de estómago, es posible que si lo estás experimentando con
mayor frecuencia se deba al estrés. El sistema digestivo es extremadamente sensible al estrés y ante la
menor provocación mostrará señales de alerta.
9.
Sentimientos de soledad.
Puedes estar en una oficina llena de compañeros de
trabajo, y aún así sentirte la persona más sola del mundo. El estrés puede generar que te
sientas aislada y separada de los demás, sobre todo si eres de las
personas que se toman la presión como algo personal.
10.
Ansiedad.
Hay diferentes niveles de pensamientos ansiosos que
parecen salir a flote cuando estamos bajo estrés. Por ejemplo, siempre pensar
en el peor escenario. Si pones atención a tus pensamientos y descubres que son
pocos realistas, entonces probablemente son la respuesta a la presión extrema del trabajo
o las actividades que estás realizando en tu vida diaria.
Recuerda
que dormir poco y pasar todo el día rellenando tu taza de café para poder
sobrevivir no es una manera sana de vivir; al final del día, el tiempo y nuestro cuerpo nos cobrarán
la factura por todos nuestros descuidos.
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