Por debajo de la mesa, acaricio tu rodilla.
Con cada sorbo, bebo tu mirada angelical. Ese respiro que me atrapa,
como una flor de maravilla. Las alondras del deseo cantan y vuelan, y yo me muero por llevarte a
mi guarida, ese rincón secreto donde guardo un beso lleno de ilusión.
El trago se nos va, y aquí estoy, perdido entre mis
instintos. Contenerme o dejarte ir… ¡vaya dilema! Es que no
sabes lo que tú me haces sentir. Si tan solo pudieras un minuto estar en mí, tal vez te fundirías a esta
hoguera que arde en mi sangre, y vivirías aquí, abrazada a mí.
No hay momento en el que pueda estar sin ti. Me absorbes el espacio, y despacio, me haces tuyo. Muere el orgullo en mí, porque la verdad es que no puedo estar sin ti. Eres ese deseo que, aunque intento esconder, siempre está presente, y no hay trago que me quite el anhelo de tenerte cerca.

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