Una
estupenda educadora puso al inicio del año una oruga en un sitio bien visible
del salón.
Al
lado pegó una cartulina con esta frase: “Un día este gusano volará muy alto”.
Y
agregó otra frase: “Una mente positiva y un alma apasionada hacen posible lo
imposible”.
A los pequeños les encantó contemplar la
oruga recluida en su capullo y
todos los días la observaban curiosos.
Su alegría fue in crescendo hasta el día en el que una
preciosa mariposa salió volando.
Años más tarde una madre contó a sus hijos que esa metáfora viva se grabó en su mente para toda la vida.
Y agregó: “No recuerdo nada más de esa
profesora, pero me enseñó
a creer y perseverar”.
REFLEXIONES DE UN SACERDOTE CATOLICO
La oruga nos enseña el valor de la fe en el proceso. Aunque parezca frágil y limitada, confía en el plan que Dios ha trazado para ella. En silencio, se encierra en su capullo, sin saber cómo ni cuándo, pero con la certeza de que algo nuevo nacerá. Así también nosotros debemos creer y perseverar aun cuando no veamos resultados. Dios trabaja en lo oculto, transformando nuestras debilidades en alas de esperanza. La fe verdadera no teme la espera; confía en que, con paciencia y amor, el Señor nos convertirá en nuevas criaturas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios