Una
estupenda educadora puso al inicio del año una oruga en un sitio bien visible
del salón.
Al
lado pegó una cartulina con esta frase: “Un día este gusano volará muy alto”.
Y
agregó otra frase: “Una mente positiva y un alma apasionada hacen posible lo
imposible”.
A los pequeños les encantó contemplar la
oruga recluida en su capullo y
todos los días la observaban curiosos.
Su alegría fue in crescendo hasta el día en el que una
preciosa mariposa salió volando.
Años más tarde una madre contó a sus hijos que esa metáfora viva se grabó en su mente para toda la vida.
Y agregó: “No recuerdo nada más de esa
profesora, pero me enseñó
a creer y perseverar”.
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