El
abuso emocional, que se refiere a una variedad de comportamientos que pueden
ser utilizados para controlar, manipular o herir a otra persona a través de sus
emociones. El abuso emocional puede
ser difícil de detectar, ya que a menudo es cometido por personas cercanas y no implica violencia
física. Existen tres técnicas de manipulación que son consideradas
especialmente dañinas: Gaslighting,
en el cual el abusador presenta falsa información para hacer que la víctima
duda de su memoria y percepción; silencio, en el cual el abusador usa la indiferencia para causar
heridas emocionales y dañar la autoestima de la víctima; y proyección, en el cual
el abusador atribuye sus propios deseos y sentimientos negativos a otras
personas.
El abuso no solo es
físico, también es emocional, mental y verbal. Sin embargo, mientras que la
violencia física es obvia, otros tipos de abuso son más sutiles y difíciles de
detectar, incluso para la persona que está siendo sometida. El principal
problema es que a menudo el abuso emocional es cometido por una persona
cercana, a la que queremos y de la que no esperamos semejante comportamiento.
Por eso, cuando nos damos cuenta es porque ya estamos enredados en la tela de
araña que ha construido a nuestro alrededor.
Todo suele comenzar con un comentario
casual sobre un tema sin trascendencia, como el color de las cortinas, los
platos por lavar o llevar el auto al mecánico. Esa persona se encargará de
sacar de contexto la situación y, en vez de limitarse a señalar un hecho,
realizará una acusación para que el otro se sienta mal.
Obviamente, cuando alguien se siente
acusado, lo más usual es que intente defenderse exponiendo sus razones. Sin
embargo, no servirá de nada porque el acosador no pretende entender o
solucionar el problema, tan solo quiere atacar. En realidad, su objetivo no es
que la otra persona lave los platos o que lleve el auto al mecánico, esto es
únicamente una excusa para comenzar el juego de la manipulación y darle rienda
suelta a su ira.
Marionetas en las manos de otros: Las
técnicas de manipulación más dañinas
1. Gaslighting.
Este término proviene de la obra de teatro “Gas Light”, en la cual el protagonista intentaba convencer a su mujer de que estaba loca, manipulando diferentes objetos de su entorno e insistiendo en que estaba equivocada cuando ella le hacía notar esas variaciones. En la práctica, esta persona se dedica a presentar falsa información, para hacernos dudar de nuestra memoria y percepción y, en última instancia, incluso de nuestra cordura. El abusador suele comenzar negando que determinados eventos hayan ocurrido, hasta llegar a escenificar situaciones raras que desorientan a su víctima. De esta forma, terminamos dudando incluso de lo que dijimos un minuto atrás.
2. Silencio.
El silencio también se puede utilizar como una táctica de abuso emocional. De hecho, la indiferencia asociada al silencio causa profundas heridas emocionales porque no solo aumenta el nivel de ansiedad en la víctima sino que también daña profundamente su autoestima y provoca una enorme inseguridad. El abusador usa el silencio para castigar a su víctima, simplemente no responde, se muestra frío y distante. De esta forma, tensa al máximo la cuerda, hasta que la otra persona no puede más y termina disculpándose por algo que no ha hecho. Así el abusador logra su objetivo: dominar y manipular jugando con las emociones.
3. Proyección.
Se trata de un mecanismo de defensa a través del cual les atribuimos a otras personas deseos y sentimientos que son nuestros pero que no reconocemos como propios porque desequilibrarían la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así, al proyectarlos sobre otros, nos sentimos aliviados. En el abuso emocional, la persona lo que hace es proyectar sobre su víctima sus propias inseguridades, miedos y problemas. Por eso, acusará a la otra persona de mentir, cuando en realidad es él quien miente, o le acusará de ser infiel, cuando en verdad es ella la que traiciona. En práctica, se trata de descargar su responsabilidad sobre el otro, para crear confusión y cambiar su autoimagen, diseñándola a su imagen y semejanza.
4. Intimidación
encubierta.
La persona que recurre a las tácticas de abuso emocional no suele emplear la agresividad y la violencia, al menos no de forma evidente porque su principal objetivo es manipular a su víctima sin que su imagen se vea dañada. Por eso, en muchos casos suele recurrir a la intimidación encubierta. Es fácil percatarse porque su discurso está plagado de amenazas indirectas, que quedan implícitas en sus palabras. De esta forma, le deja claro a su víctima cuáles serían las consecuencias de sus acciones y, de paso, puntualiza que la responsabilidad es únicamente suya, se lava las manos. Por ejemplo, puede decir: “entiendo que no hagas nada, pero así terminarás con nuestra relación” o “si no inviertes ahora mismo, perderás todo tu dinero”.
5. Victimismo.
Cuando todas las tácticas anteriores fallan, el abusador suele recurrir al victimismo. En práctica, descarga su responsabilidad en el otro, haciéndose pasar por la víctima de la situación. De hecho, incluso es común que terminemos compadeciéndonos y sintiéndonos mal por nuestro comportamiento, cuando en realidad no hemos hecho nada malo. De esta forma el abusador genera un sentimiento de culpa que mantiene a la víctima atrapada en su tela de araña. La empatía nos hace caer en sus redes y, al convertirnos en el “malo de la película”, somos más proclives a ceder a sus demandas. Así nos manipula sin que seamos conscientes de ello. Frases típicas de este tipo de manipulación emocional son: “con todo lo que he hecho por ti y así es como me pagas” o “me he sacrificado por ti y no lo consideras”.
Recuerda que la manipulación emocional
es un juego muy peligroso, donde siempre hay alguien que sale dañado. Por eso,
apenas notes alguna de estas tácticas, ponles freno. De la misma forma,
considera que en ocasiones somos nosotros quienes usamos inconscientemente
alguna de estas estrategias, quizás porque tenemos miedo de perder a la persona
que amamos o porque no tenemos suficientes argumentos. En ese caso, haz un examen de conciencia porque la
manipulación nunca es la mejor alternativa.
Este término proviene de la obra de teatro “Gas Light”, en la cual el protagonista intentaba convencer a su mujer de que estaba loca, manipulando diferentes objetos de su entorno e insistiendo en que estaba equivocada cuando ella le hacía notar esas variaciones. En la práctica, esta persona se dedica a presentar falsa información, para hacernos dudar de nuestra memoria y percepción y, en última instancia, incluso de nuestra cordura. El abusador suele comenzar negando que determinados eventos hayan ocurrido, hasta llegar a escenificar situaciones raras que desorientan a su víctima. De esta forma, terminamos dudando incluso de lo que dijimos un minuto atrás.
El silencio también se puede utilizar como una táctica de abuso emocional. De hecho, la indiferencia asociada al silencio causa profundas heridas emocionales porque no solo aumenta el nivel de ansiedad en la víctima sino que también daña profundamente su autoestima y provoca una enorme inseguridad. El abusador usa el silencio para castigar a su víctima, simplemente no responde, se muestra frío y distante. De esta forma, tensa al máximo la cuerda, hasta que la otra persona no puede más y termina disculpándose por algo que no ha hecho. Así el abusador logra su objetivo: dominar y manipular jugando con las emociones.
Se trata de un mecanismo de defensa a través del cual les atribuimos a otras personas deseos y sentimientos que son nuestros pero que no reconocemos como propios porque desequilibrarían la imagen que tenemos de nosotros mismos. Así, al proyectarlos sobre otros, nos sentimos aliviados. En el abuso emocional, la persona lo que hace es proyectar sobre su víctima sus propias inseguridades, miedos y problemas. Por eso, acusará a la otra persona de mentir, cuando en realidad es él quien miente, o le acusará de ser infiel, cuando en verdad es ella la que traiciona. En práctica, se trata de descargar su responsabilidad sobre el otro, para crear confusión y cambiar su autoimagen, diseñándola a su imagen y semejanza.
La persona que recurre a las tácticas de abuso emocional no suele emplear la agresividad y la violencia, al menos no de forma evidente porque su principal objetivo es manipular a su víctima sin que su imagen se vea dañada. Por eso, en muchos casos suele recurrir a la intimidación encubierta. Es fácil percatarse porque su discurso está plagado de amenazas indirectas, que quedan implícitas en sus palabras. De esta forma, le deja claro a su víctima cuáles serían las consecuencias de sus acciones y, de paso, puntualiza que la responsabilidad es únicamente suya, se lava las manos. Por ejemplo, puede decir: “entiendo que no hagas nada, pero así terminarás con nuestra relación” o “si no inviertes ahora mismo, perderás todo tu dinero”.
Cuando todas las tácticas anteriores fallan, el abusador suele recurrir al victimismo. En práctica, descarga su responsabilidad en el otro, haciéndose pasar por la víctima de la situación. De hecho, incluso es común que terminemos compadeciéndonos y sintiéndonos mal por nuestro comportamiento, cuando en realidad no hemos hecho nada malo. De esta forma el abusador genera un sentimiento de culpa que mantiene a la víctima atrapada en su tela de araña. La empatía nos hace caer en sus redes y, al convertirnos en el “malo de la película”, somos más proclives a ceder a sus demandas. Así nos manipula sin que seamos conscientes de ello. Frases típicas de este tipo de manipulación emocional son: “con todo lo que he hecho por ti y así es como me pagas” o “me he sacrificado por ti y no lo consideras”.
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