Cuando
tratamos de ser perfeccionistas corremos el riesgo de paralizarnos y no acabar
(ni a veces comenzar) el proyecto que llevamos entre manos.
Creo
que no debemos buscar la perfección de un resultado. Sin embargo
considero que sí que debemos ser perfeccionistas con la planificación y el
proceso de un proyecto y
no con su resultado final. Esto a priori puede parecer algo
contradictorio, así que trataré de explicarlo en mayor profundidad. Imagínate que un proyecto
acabado representa una unidad que está compuesta de multitud de variables.
La manera en la que hayamos combinado estas variables contribuirá a que el
proyecto se acerque o se aleje de la perfección.
Al haber muchas variables también hay muchas
combinaciones entre ellas. Si
antes de comenzar el proyecto lo dividimos en unidades más pequeñas
conseguiremos que cada subunidad contenga menos variables para combinar.
Es
decir, cuanto más dividamos y mejor planifiquemos un proyecto, tendremos menos
probabilidades de equivocarnos y conseguiremos que el resultado final
esté más cerca de la perfección.
La mayor parte del esfuerzo que dediques a un proyecto debes invertirla en la
planificación del mismo. Es ahí donde tienes que ser perfeccionista. Ser perfeccionista respecto al
proceso implica tomar decisiones que pueden no ser perfectas.
Sin embargo estas decisiones son las que nos hacen
continuar con el proyecto y nos impiden quedarnos estancados. A través de estas pequeñas decisiones
conseguimos darle forma a nuestro proyecto.
Sin embargo una planificación excesiva puede llegar a
convertirse en una excusa para no comenzar un proyecto. No debemos caer también en el error de la
sobreplanificación.
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