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COMER DE MANERA SANA Y EQUILIBRADA AYUDA A PREVENIR EL CÁNCER

Experta en oncología ofrece consejos para prevenir esta enfermedad y cómo ayudar a combatirla.

 Aproximadamente un 30 por ciento de las muertes por cáncer se deben a cinco factores: índice de masa corporal elevado, ingesta reducida de frutas y verduras, falta de actividad física, consumo de tabaco y consumo de alcohol”, destaca la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En cambio, comer de manera sana y equilibrada ayuda a disminuir el riesgo de contraer esta enfermedad. Así lo plantea la especialista en nutrición y en oncología Gemma Morales.

Morales brinda información, recetas y consejos tanto para aquellas personas que ya han superado el cáncer como para quienes están luchando contra este.

¿Qué medidas alimenticias pueden ayudar a prevenir esta enfermedad?
Tener una alimentación variada, muy colorida con diferentes vegetales y frutas, aliñada con aceite de oliva y limón y a fuego lento. También, consumir dos raciones de hortalizas o verduras al día y procurar que una de ellas sea cruda; tomar dos o tres piezas de fruta diarias, comer legumbres dos o tres veces a la semana y consumir menos carne. De hecho, hay que evitar comer embutidos a diario.

Menciona varios alimentos como el té verde, el brócoli, el tomate o las uvas, a los que denomina superalimentos. ¿Qué características tienen?

Son alimentos con varias propiedades destacables para la salud. Pero no tiene sentido tomar superalimentos dentro de una dieta poco equilibrada. No vale comer fritos cada día y acompañarlos de un té verde. Es decir, los superalimentos tienen que encajar dentro de una alimentación coherente y equilibrada porque, al final, es el conjunto y la sinergia de los alimentos lo que nos proporciona un efecto positivo.

Si bien hay alimentos recomendables, ¿también hay alimentos prohibidos?

Nunca’ no es la palabra, porque hasta los alimentos no recomendables, ingeridos ocasionalmente, no desencadenarán ninguna enfermedad, en situaciones normales. Pero si hablamos de los alimentos que no se recomienda consumir de manera habitual, me referiré a las grasas ‘trans’ (cremas de queso, margarinas), a la comida cocinada a altas temperaturas, a los fritos y a los alimentos con alta carga glucémica, como el pan blanco, los caramelos, los zumos de frutas envasados o los refrescos, entre otros.

¿Es habitual ingerir sustancias cancerígenas en la dieta?
Es habitual y normal. En principio, nuestro organismo está preparado para deshacerse de ellas. El problema viene cuando hay demasiadas sustancias cancerígenas por neutralizar y nuestro estilo de vida y/o nuestra genética no nos acompaña. Para disminuir la entrada de carcinógenos tendríamos que evitar tomar a menudo carnes y pescados ahumados, hechos al carbón o fritos; disminuir la ingesta de carnes rojas y sustituirlas por legumbres.

¿Y si comemos carnes rojas?
Entonces deberíamos adobarlas con limón, romero, ajo o vino tinto de calidad.

¿Y qué hay sobre el tabaco y el alcohol?
Se puede consumir alcohol con moderación y optar mejor por cerveza o por un vino tinto de calidad. Según la OMS, el consumo excesivo de alcohol es un factor de riesgo para diferentes tipos de cáncer como los de boca, faringe, laringe, esófago, hígado, colon y recto y mama. También es necesario dejar el tabaco, algo que cuesta mucho, pero hay que recordar que el humo del tabaco es el responsable de aproximadamente el 22 por ciento de las muertes anuales por cáncer.

¿Algún otro consejo?
También es importante lavar bien las frutas y las verduras y, si el bolsillo nos lo permite, elegir las ecológicas, en las que se han usado químicos menos peligrosos. Además, tenemos que desechar los alimentos enmohecidos, pues pueden contener aflatoxinas, toxinas generadas por hongos, que son resistentes a la cocción y que pueden desencadenar un cáncer de hígado. Las aflatoxinas se encuentran principalmente en cereales y frutos secos.

¿Cómo influye la manera de cocinar en el riesgo de desarrollar cáncer?
Las altas temperaturas provocan modificaciones no deseables en los alimentos. Un ejemplo son las acrilamidas, que se forman cuando se someten, sobre todo alimentos ricos en almidón, a altas temperaturas como ocurre al hornearlos o freírlos. Estas moléculas, las acrilamidas, pueden ser un factor de riesgo. Los alimentos que llevan más acrilamidas son las patatas fritas, las galletas, la corteza tostadita del pan. Los métodos de cocción más saludables son el vapor, el hervido y los guisos a fuego lento.

Una vez que se ha recibido un diagnóstico de cáncer, ¿cómo puede contribuir la alimentación a la recuperación?
La alimentación será importante para la evolución y la calidad de vida. Ciertos tipos de moléculas que encontramos en alimentos como las hortalizas o las legumbres pueden ayudar a frenar la proliferación de las células malignas.

Si una persona que tiene ese mal sigue tomando fritos, dulces, alcohol, fuma y duerme poco, contribuirá a aumentar la inflamación celular, donde las células cancerosas se encuentran muy a gusto. Hará tratamientos para luchar contra esas células cancerosas pero, por otro lado, está alimentando el terreno para que sigan desarrollándose.

Sin embargo, si la persona cambia sus hábitos y aumenta el consumo de verduras y frutas, toma grasas buenas, evita los azúcares simples y duerme las horas suficientes, estará poniendo de su parte para ayudar a que el tratamiento sea más efectivo y que el medio sea más árido para las células cancerígenas.

¿Por qué algunos enfermos de cáncer pierden mucho peso? ¿Qué tipo de alimentación es el más recomendable en estos casos?
La propia evolución del tumor, sobre todo si está localizado en el tracto digestivo, provoca sensación de saciedad por obstrucción del sistema digestivo. La enfermedad también genera sustancias que pueden provocar pocas ganas de comer.

Además, el propio cáncer produce pérdida de peso, pues hay una reducción de la síntesis de proteínas en el músculo y, a la vez, un aumento de la utilización de proteínas, grasas e hidratos de carbono. En general, hay mayor gasto de nutrientes.

Así mismo, tratamientos como la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía intervienen en las ganas de comer y en la malnutrición, ya que pueden provocar alteraciones del gusto, náuseas, diarreas, llagas en la boca, mala absorción de nutrientes, etc.

Cada tipo de cáncer y cada persona son diferentes, por eso recomiendo visitar a un nutricionista para saber cómo nutrirse lo mejor posible. Pero, a grandes rasgos, hay que consumir alimentos bajos en hidratos de carbono de alta carga glucémica, alimentos ricos en proteínas y también grasas buenas.

Un efecto secundario habitual de los tratamientos son las náuseas y los vómitos, ¿qué se puede hacer para prevenirlos y controlarlos?
Para prevenirlos recomiendo, entre otras cosas, no comer al menos dos o tres horas antes y dos horas después del tratamiento. Como explico en el libro, el jengibre puede ayudar en los vómitos y náuseas ocasionados por la quimioterapia, ya que disminuye las arcadas y las contracciones gástricas.

En conclusión, una alimentación adecuada puede mejorar la calidad de vida, puede contribuir a mejorar el efecto del tratamiento y mejorar la recuperación del enfermo oncológico.

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