Hay buenas noticias y otras no tan
buenas en el informe de “Nuevos lineamientos de dieta para los estadounidenses” (“Dietary Guidelines
for Americans”), publicado por los Departamentos de Salud y Servicios Humanos y
de Agricultura de los Estados Unidos.
Si, como yo, usted es fanático de los
alimentos con un alto contenido en grasa —como las nueces y los aguacates—, la
comida rica en colesterol —como los camarones y los huevos—, el café y una copa
de alcohol de vez en cuando, los nuevos lineamientos le confirmarán que va por
buen camino.
Este documento enfatiza la necesidad de enfocarse en un patrón de alimentación
que promueva la salud “a lo largo de la vida” y que incluya el consumo moderado
de estos y otros alimentos, pero con una reducción de azúcares añadidos.
Sin
embargo, los nuevos
lineamientos tienden a ser confusos pues contienen mensajes que parecen
contradecirse o ceder, en algunos casos, a presiones de la industria,
como es el caso del consumo de las carnes.
Los
nuevos lineamientos recalcan la importancia de seguir un patrón de alimentación
que contenga los nutrientes esenciales adecuados, una ingesta calórica que mantenga un peso corporal sano y
consumir alimentos que reduzcan el riesgo de enfermedades crónicas. Lo
anterior se traduce en dietas
con una gran variedad de frutas y vegetales, granos enteros, lácteos como
leche, yogur y quesos reducidos en grasa o sin ella, así como proteínas
con pocas o nulas grasas saturadas, incluyendo huevos, mariscos, carnes y aves,
leguminosas, productos de soya, nueces y semillas.
Es
notable que los
lineamientos no sugieren restringir las grasas totales, un nutriente al que se
ha difamado de manera injusta, según investigaciones recientes, como algo que debería evitarse para
mantener un peso corporal dentro de lo normal. Aunque es cierto que si se comparan miligramo por
miligramo, la grasa tiene más calorías que el azúcar y la proteína, pero
también produce una mayor sensación de saciedad y, por lo tanto, puede frenar el consumo excesivo
de comida.
No
obstante, resulta crucial entender
las diferencias entre los distintos tipos de grasas. La mayoría de los expertos
consideran que las grasas saturadas son las malas de la película. Estas se encuentran en la
mantequilla, la leche entera, carnes grasas, la grasa de las aves (en especial
la piel) y los aceites tropicales, como el de coco y la palma.
En
contraste, las grasas
insaturadas, como las del aceite de oliva, las nueces, los aguacates y los
pescados grasos presentes en la dieta mediterránea tradicional, se han
relacionado con una mejor salud y mayor longevidad. Incluir estas grasas
en la alimentación puede facilitar el control de peso al reducir la sensación
de hambre entre comidas y la ingesta de snacks con muchas calorías.
Mientras
que las grasas saturadas
se consideran la causa principal de los elevados niveles de colesterol en la
sangre, la mayoría de los expertos se preocupa poco por la ingesta de
colesterol proveniente de alimentos como los huevos, camarones y mariscos.
Si bien es cierto que una pequeña parte
de la población puede ser sensible al consumo de colesterol mediante la
alimentación,
el colesterol que el hígado produce naturalmente es la causa principal de los
altos niveles que obligan a que personas como yo debamos controlarlos con pastillas de estatinas.
También hay buenas noticias para los
amantes del café: por primera vez desde la década de 1980 —cuando comenzaron a
emitirse las actualizaciones de los “Dietary Guidelines for Americans” cada cinco
años—, los lineamientos
señalan que el consumo moderado de café (un par de tazas al día) puede ser
parte de un patrón de alimentación saludable. Se invita también a un consumo moderado de alcohol:
una copa al día para las mujeres y hasta dos copas para los hombres.
El
arroz blanco y los panes, pasteles y galletas sufrirán un gran golpe si los
estadounidenses implementan los nuevos lineamientos, pues recomiendan que, por lo menos, la mitad de los
granos que consumimos sean enteros, no refinados y, por lo tanto, despojados de
sus nutrientes esenciales. Los cereales refinados constituyen calorías
vacías que en nada se
diferencian de comer azúcar directamente porque, al ser digeridos, se convierten
en eso.
De
hecho, hoy muchos creen que el miedo a las grasas, declarado décadas atrás, condujo involuntariamente a la
actual crisis de obesidad, ya que las personas que buscaban alimentos
bajos en grasas los sustituyeron por otros altos en carbohidratos, lo que llevó al efecto
“Snackwell”, ahora considerado como el culpable del aumento de peso.
De acuerdo con los hallazgos de varios
estudios a gran escala, la mayor parte de lo que se produce en las granjas de
los Estados Unidos resulta ser comida que puede afectar la salud. El ejemplo más obvio
es la carne roja, en especial las carnes procesadas con un alto contenido de grasas saturadas y sal,
que muy probablemente
dañan la salud.
Aunque
el comité consultor quiso presentar una recomendación para reducir de manera considerable esos alimentos
asociados con un mayor riesgo de padecer cáncer o enfermedades cardiacas,
esta se eliminó de los lineamientos finales tras las vehementes protestas de la
Asociación Nacional de Criadores de Reses de los Estados Unidos, un organismo
gremial, y sus defensores en el Congreso.
De
cualquier manera, las
nuevas recomendaciones exhortan a las personas para que limiten su consumo de
grasas saturadas a menos del 10 por ciento de su consumo calórico diario, y a
reducir el sodio (léase sal) aproximadamente un tercio, a 2.300
miligramos diarios para adultos y niños de 14 años en adelante. Aunque un
estudio publicado en 2014 en “The Annals of Internal Medicine” cuestionaba el
papel de las grasas
saturadas en el daño a las arterias y las enfermedades cardiacas, la
mayoría de los expertos, como la Asociación de Cardiología de los Estados
Unidos, sigue aconsejando
que se evite su consumo excesivo.
En
cuanto al sodio, no hay duda de que la cantidad que consumen los estadounidenses
contribuye al aumento
gradual de la presión arterial que viene con la edad, lo que incrementa
el riesgo de presentar enfermedades cardiovasculares e infartos.
Hace
veinte años, un amigo mío sufrió un infarto poco después de haber comido un
sándwich de pastrami, rico en grasas saturadas y sodio. Aunque un problema de salud no puede atribuirse a
comer un solo sándwich, una vida entera de consumo ávido de cortes de carne,
hamburguesas, embutidos y otras carnes procesadas puede llenar el cuerpo de sal
y grasas nada saludables.
Los
lineamientos sugieren que los
hombres y adolescentes varones deben comer menos proteínas. Sin embargo,
ya que no especifican cómo lograrlo, estos grupos podrían seguir obteniendo una gran cantidad de
proteínas de carnes no saludables.
Los nuevos lineamientos también se
oponen a los azúcares añadidos, que
consumimos a través de refrescos y otras bebidas endulzadas con azúcar.
Sugieren limitar su consumo a menos del
10 por ciento de las calorías diarias, lo que será más fácil de lograr cuando entre
en vigor el cambio de etiquetado propuesto por la Agencia de Alimentos y
Medicamentos para señalar
por separado los azúcares añadidos de los naturales.
No es tanto el azúcar natural en los
lácteos y las frutas lo que daña la salud, sino los azúcares añadidos en
alimentos como helados y bebidas frutales, así como la gran variedad de postres
y dulces
que los estadounidenses consumen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios