Cómo pasar tiempo de calidad con
los hijos. La risa no sólo baja la
tensión en muchos momentos, sino también ayuda a subir el estado de ánimo.
Nos proponemos ser cada vez
mejores padres, dedicarles más tiempo a nuestros hijos y fortalecer los lazos
que nos unen con ellos. Pero no resulta fácil cumplirlo con las múltiples presiones y
responsabilidades que tenemos. Entonces, aunque nuestro compromiso sea honesto
y positivo, es posible que nos enfrentemos, de nuevo, al “no tuve tiempo para hacerlo”.
Es nuestra misión como padres establecer una relación constructiva con
nuestros hijos. Para lograrla necesitamos conectarnos con ellos desde sus sentimientos, es decir,
sintonizarnos con lo que sienten en cada momento de su vida. Cuando lo
logramos, se sienten acogidos, comprendidos y valorados. Crecen en la seguridad de que
tienen un lugar relevante en nuestra vida y que son importantes en la familia.
Podemos lograr esta conexión y fortalecer la relación con nuestros hijos en las
actividades y rutinas de todos los días.
Contamos con tres claves para
lograr esta conexión:
Observar: No es sólo mirar,
es darnos cuenta de lo que
ellos hacen y lo que nos están diciendo a través de su comportamiento. Leer los
sentimientos que están presentes en cada momento para ayudarles a
reconocerlos, a manejarlos y a desarrollar autocontrol emocional. Aceptemos y
enseñémosles que todas las emociones son válidas, que no hay ni buenas ni
malas, sino agradables y desagradables.
Escuchar: Estar atentos a
comprender lo que nuestros hijos nos están diciendo con sus palabras, su
cuerpo, sus expresiones y su estado de ánimo. Esto requiere que les prestemos
toda nuestra atención, dejemos de pensar o de hacer otras cosas y los miremos a
los ojos. Escucharlos no
necesariamente implica darles consejos o decirles lo que deben hacer.
Muchas veces ellos sólo quieren que entendamos cómo se sienten, y oírlos abre
la puerta a la comunicación con ellos. Así podremos saber lo que están
viviendo, sin corregir, dirigir o juzgar.
Compartir: Es importante que
realicemos en equipo actividades con ellos. Por ejemplo, las rutinas de la
casa, sus actividades escolares y espacios de juego. También, que estemos
presentes en los momentos, pequeños y grandes, de su vida. Cuando compartimos, creamos
sentido de pertenencia y les enseñamos la importancia de dar y recibir afecto.
Son las experiencias las que crean memorias profundas que van a estar presentes
por el resto de su vida. No es posible reemplazar la necesidad de tiempo
compartido con los padres con otras actividades o con compensaciones
materiales.
¿Cómo lograrlo?
No es difícil encontrar momentos y espacios para poder compartir con
nuestros hijos y para conectarnos emocionalmente con ellos. Estas son algunas opciones:
Aprovechar las mañanas: Dedicarles unos
pocos minutos al despertar, para decirles algunas palabras amorosas antes de
iniciar la carrera del día.
Hacer sus propios cuentos: Narrarles
historias de eventos de su vida cuando eran más pequeños, contándoles recuerdos
y experiencias divertidas de los años vividos. Podemos hacerlo mirando fotos. A
los hijos les encanta conocer detalles de su propia historia: cómo nacieron,
cómo aprendieron a caminar y correr, cómo ayudaban; lo valientes, amables y amorosos
que han sido desde pequeños.
Compartir historias con ellos: Contarles
anécdotas de la familia, los tíos y los abuelos. Además de divertirse, conocen
de dónde vienen, cómo eran sus padres de pequeños y cómo era el mundo hace
algunos años.
Volverlos un personaje: Inventarles
historias cuyos personajes sean como ellos, resaltando sus características al
enfrentar diferentes situaciones y mostrando lo orgullosos que se sienten sus
padres. Los niños, además de disfrutar de estos cuentos, desarrollan la fantasía,
la creatividad y la posibilidad de encontrar nuevas opciones a las situaciones
de la vida.
Salir de la casa: Jugar con ellos
en espacios al aire libre, teniendo en cuenta los gustos de cada uno y sus
habilidades físicas. Podemos montar en bicicleta, patinar, correr, jugar
fútbol, practicar algún deporte, caminar con el perro o subir a la montaña.
Jugar dominó: A los hijos les
gustan los juegos de mesa. Hay muchísimos y para todas las edades. Es una
manera agradable de pasar un rato en familia y enseñarles que no siempre se
gana.
Estar en familia: Realizar
rituales de unión familiar como comer juntos, ver una película los sábados,
organizar celebraciones especiales. Estas actividades que se realizan con
frecuencia, nos dan sentido de pertenencia, construyen identidad y generan
seguridad. Son memorias que construyen un lazo fuerte de unión familiar y
quedan grabadas en el cerebro. Está demostrado que los niños que han vivido
estos momentos de unión familiar desarrollan una fortaleza, un coraje especial
y la capacidad de resiliencia que les ayudará en los momentos difíciles y de
estrés cuando son adultos.
Resolverles sus dudas: Aprovechar las
preguntas como oportunidades para descubrir juntos el mundo, incentivar la
curiosidad y el deseo de conocer, no dándoles la respuesta a todo lo que ellos
quieran saber. Cuando les decimos “no sé”, les mostramos que nosotros no lo
sabemos todo ni somos perfectos.
Reírse: Incentivar el
buen humor y la risa, contar historias chistosas, ver películas o leer libros
divertidos nos permite reírnos en familia. La risa no sólo baja la tensión en
muchos momentos, sino también ayuda a subir el estado de ánimo. Además, nos
enseña a reírnos, sin burla, de lo que nos sucede y de nosotros mismos, y a ser
tolerantes con ellos mismos y con los demás.
Quedarse a veces en casa: Cocinar juntos y
disfrutar de estar en la casa. Hoy los niños tienen muchas actividades y poco
tiempo para disfrutar del ambiente familiar, apreciar la compañía de sus padres
y hermanos. Es importante promover estos momentos que nos enseñan a valorar
quiénes somos y a agradecer por la familia y la vida que tenemos.
Ser padres es un reto permanente
a la creatividad, la imaginación y la fantasía. Conectémonos con nuestro niño
interior y disfrutemos plenamente de los espacios que compartimos con nuestros
hijos.
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