Recuerdo
la última vez que te sentí.
La luna era nuestra testigo y el mar, nuestro confidente. Bailamos desnudos, como si el
mundo se hubiera detenido. Pero tú ya no estabas. Solo quedaban mis manos, saladas
por las olas y llenas de tu recuerdo.
Ahora, en este mundo tan raro, donde
la gente se pierde en la rutina y los niños mueren de hambre, me pregunto por qué nos
separamos. ¿Dónde fueron a parar tus sueños? ¿Por qué sientes esa frialdad que
te invade?
Echo
de menos esa conexión que teníamos, esa complicidad que nos hacía únicos. Pero la vida sigue su curso, y a
veces, la inercia nos arrastra hacia lugares desconocidos.
Sin embargo, hay algo dentro de mí que me dice que nunca te
olvidaré. Tus ojos, tu sonrisa, tu piel... todo quedó grabado en mi alma. Y
aunque el tiempo pase, la sal en mi piel siempre me recordará nuestro momentos
juntos.
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