Lo
peor es que la prisa de la vida moderna se ha apoderado ya de nuestras escasas
parcelas de ocio; nuestra forma de gozar y divertirnos apenas es menos nerviosa
y afanosa que la barahúnda de nuestro trabajo.
La mayor cantidad posible y la mayor
celeridad posible, es la consigna.
La consecuencia de ello es el aumento constante del placer
y la disminución progresiva de la alegría.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios