La
verdad es que ser coherentes en el pensar, el decir y el hacer es una conquista
espiritual.
Lo normal para algunos es vivir divididos y, por lo mismo, sostener una batalla desgastante entre lo que se piensa, se dice y se hace.
Los
platos rotos de ese conflicto interno se pagan con una mala salud mental,
emocional y espiritual.
Por eso los sabios insisten en la urgencia de actuar con buena conciencia, coherencia y consistencia.
Tú
eres inteligente si obras con buen corazón, no negocias tus principios y eres flexible sin ser voluble.
Así no dirías con Ormandy: “Voy a explicar lo que hago. No
quiero confundirlos más de lo absolutamente necesario”.
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