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ANIMO Y VUELVE A CONFIAR.

 

Quizás hoy sientes el alma desgarrada, solo tienes un ápice de fe y sobrevives en un limbo lleno de brumas.
 
Acaso estás luchando con los recuerdos y perdiéndote la magia del ahora, asediado por el miedo, el odio, la culpa o las dudas.
 
Más aún, es tal tu sensación de orfandad que peleas con el mismo Dios y no le ves sentido a la vida.
 
¿Sabes algo? El mismo Jesús estuvo en ese desierto, se sintió desamparado y tuvo hondas pruebas de fe.
 
Por eso debes perseverar, buscar ayuda, calmarte y creer que saldrás de esas oscuras cavernas.
 
La vida no es un absurdo y puedes poner a raya el mal al aquietarte y reavivar tu fe.
 
 Animo, vuelve a confiar.
 
Sé como esos náufragos que soportan lo indecible y se salvan cuando ya los daban por perdidos.
 
No es fácil, pero afronta el hoy con esta certeza: tu luz nace de creer, tu fuerza de esperar y tu descanso de amarte y amar.
 
Cree en Dios, permanece firme y, poco a poco, se irán las desilusiones y llegarán días de gracia.
 
Volverás a ver la luz porque tu destino no es descender peldaños hasta el fin en la escala de la vida.
 
La adversidad no es un castigo divino, es una experiencia de aprendizaje en el exigente arte de amar.
 
Si no sucumbes, mañana podrás decir lo que tantos han afirmado, aunque te suene absurdo:
"Esta crisis es lo mejor que me ha pasado en la vida.
 Fue duro pero gracias a ella mi vida es mejor".
 
Todo problema tiene su solución para aquel que ama y sabe esperar.
 Confía en Dios y sigue adelante.
 
Abre tu mente para ir más allá de lo que te han enseñado, sin condenar lo que no conoces.
Con perdón y amor sana ideas y emociones que bloquean tu flujo de energía divina y gozarás de buena salud.
 

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