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MI ÚLTIMA CARTA: ME RETIRO CON DIGNIDAD

 

Queridos todos,

 

Hoy escribo desde un lugar que no elegí, pero que he tenido que aprender a habitar. Un lugar donde la vida ya no es vida, sino un simulacro, un ensayo de algo que ya no puedo vivir plenamente. Extraño estar en el mundo como solía estar, con esa solvencia que te permite bajar las escaleras sin pensar, preparar un café y sostener la taza sin miedo a derramarlo, o caminar largas horas mientras converso con amigos y con Andrés. Extraño los pequeños grandes placeres que nunca supe que lo eran hasta que me fueron arrebatados.
 
Y luego están los "grandes, grandes placeres", esos que te hacen sentir vivo de verdad: el sexo apasionado, el baile apretujado, la risa que te sacude el alma. Todo eso se ha convertido en un recuerdo lejano, en algo que ya no puedo alcanzar. Extraño mi vida cuando no era un ensayo, cuando no tenía que fingir que todo estaba bien.
 
Hoy, estoy exhausta. Agotada de luchar, de sonreír cuando no tengo ganas, de fingir que aún hay algo que celebrar. Quiero levantar el telón y decir: "Se acabó la fiesta". No porque no quiera vivir, sino porque lo que tengo ya no es vida. Es un suplicio. Y no tengo que demostrarle a nadie cuánto sufro para justificar mi decisión. Es mi vida, y es mi derecho decidir cuándo termina.
 
Andrés Elías me critica por querer escribir sobre esto. Me llama "Jesucristo" en tono de burla, pero sé que detrás de esa risa incómoda hay un mensaje claro: "No hay necesidad de exponer la vida privada a este nivel". Sin embargo, siento que debo hacerlo. Nadie habla de esto, y si mis palabras pueden ser medianamente útiles para alguien más, entonces ya habrá valido la pena.
 
Morirse no es fácil, aunque sea el acto más natural del mundo. Todos sabemos que vamos a morir, pero nadie sabe cómo lidiar con la muerte. Ni con la propia, ni con la de los demás. A veces, sin querer, obstaculizamos el tránsito hacia la muerte de quienes amamos, porque no sabemos cómo acompañar, cómo soltar.
 
Yo misma simplifiqué la eutanasia, pensé que sería un trámite, una decisión técnica. Pero no lo es. Es un acto profundamente humano, lleno de mitos y barreras culturales que lo hacen más difícil de lo que debería ser. Dar ese paso no es sencillo, pero es mi decisión, y la tomo con la dignidad que me queda.
 
Se acabó la fiesta. No porque yo lo haya querido, sino porque la música se apagó, las luces se encendieron y el salón quedó vacío. Me retiro con dignidad, sin balón en la mano, sin intentar demostrar nada. Simplemente, me despido.
 
Si algo quiero que quede de estas palabras, es esto: Vivan. Vivan plenamente. No esperen a que la vida les sea arrebatada para darse cuenta de lo que tenían. Los pequeños grandes placeres, los grandes grandes placeres, todo eso que hoy doy por perdido, está en sus manos. No tener un cáncer terminal debería ser motivación suficiente para vivir.
 
Con todo mi amor,

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 PD: No me recuerden con lástima, recuérdenme con la fuerza con la que viví, con la que amé, y con la que hoy decido partir.

 

 FRASES

 
·         No tener un cáncer terminal debería recordarnos la belleza y fragilidad de cada instante.
 
·         La muerte sigue siendo un tabú, un tema incómodo del que pocos hablan. Si mis palabras pueden ayudar a alguien a enfrentarla, entonces habrán valido la pena.
 
·         La eutanasia, ese derecho que defendí, no es un trámite sencillo. Choca con barreras culturales, mitos y miedos. Morir, aunque natural, sigue siendo un acto rodeado de incertidumbre. No sabemos cómo lidiar con ella, ni con la nuestra ni con la de quienes amamos.
 
·         Extraño la vida en su totalidad. No solo sus placeres, grandes o pequeños, sino la certeza de estar presente en cada momento. Pero ya no queda nada de eso. Estoy agotada de fingir fortaleza, de luchar contra lo inevitable. Esto ya no es vida, y es mi derecho decidir cuándo termina.
 
·         No quiero ser prisionera de mi dolor ni aferrarme a un cuerpo que ya no me pertenece. Me retiro con dignidad, con la paz de haber vivido intensamente y la certeza de que mi voz, de alguna manera, seguirá resonando.
 
·         Vivan plenamente. No esperen a perderlo todo para darse cuenta de lo que tienen.
 
·         Y si me recuerdan, que sea con la fuerza, el amor y la valentía con la que viví y decidí partir.
 
·         La fiesta se acabó, la música se apagó.
 
·         No tengo que demostrarle a nadie cuánto sufro.
 
·         Este texto busca ser honesto, emotivo y reflexivo, con un mensaje claro: la importancia de vivir plenamente y la necesidad de respetar las decisiones de quienes enfrentan el final de su vida.
 
·         No me recuerden con lástima: recuérdenme con la fuerza, el amor y la valentía con la que viví y decidí partir.
 

  

REFLEXIONES DE UN SACERDOTE CATOLICO

Un testimonio desgarrador de un alma que se enfrenta al final de su camino terrenal. Como sacerdote, mi corazón se llena de compasión y mi espíritu se eleva en oración por esta persona que busca comprensión y paz en medio de su sufrimiento.

 Desde una perspectiva religiosa, es fundamental recordar que la vida es un don sagrado de Dios. Él es el autor de la vida, y solo Él tiene el poder de determinar su inicio y su fin. La Iglesia Católica enseña que el sufrimiento, cuando se une al sufrimiento de Cristo en la cruz, puede tener un valor redentor. Sin embargo, también reconocemos que el sufrimiento extremo puede ser una carga abrumadora, y la Iglesia ofrece el sacramento de la Unción de los Enfermos para brindar consuelo y fortaleza en esos momentos difíciles.

 Desde el punto de vista ético y moral, la decisión de esta persona de "retirarse con dignidad" plantea preguntas complejas. La Iglesia se opone a la eutanasia, ya que considera que es un acto que atenta contra la vida humana. Sin embargo, también reconocemos que la medicina paliativa puede proporcionar alivio del dolor y mejorar la calidad de vida de los enfermos terminales, permitiéndoles vivir sus últimos días con dignidad y paz.

 Es importante destacar que la Iglesia no juzga a las personas que se encuentran en situaciones extremas. En cambio, ofrece acompañamiento espiritual y pastoral, y busca comprender las circunstancias individuales que llevan a tomar decisiones difíciles. El llamado a "vivir plenamente" que se encuentra en esta carta resuena con la enseñanza cristiana de que la vida es un don precioso que debe ser apreciado y vivido con gratitud.

 En este momento de dolor y reflexión, invito a todos a orar por esta persona y por todos los que se enfrentan a enfermedades terminales. Que encuentren consuelo en la fe, fortaleza en la esperanza y paz en el amor de Dios.

 Desde la perspectiva religiosa, ética y moral:

1.    La vida es un don sagrado de Dios, no una posesión personal para disponer a nuestro antojo.

2.    El sufrimiento, aunque difícil, puede ser redimido por Dios si se ofrece con amor, siguiendo el ejemplo de Jesús en la cruz.

3.    La dignidad humana no depende de nuestras capacidades físicas o emocionales, sino de nuestra naturaleza como hijos de Dios.

4.    La eutanasia contradice el respeto absoluto por el don de la vida, incluso en sus momentos más frágiles.

5.    El silencio frente a la muerte es un desafío pastoral: debemos crear espacios para hablar abiertamente sobre el sufrimiento y la muerte.

6.    Vivir plenamente es un llamado cristiano: cada día es una oportunidad para amar, servir y construir relaciones auténticas. La vida es un don precioso que debe ser apreciado y vivido con gratitud.

7.    La Iglesia no juzga a las personas que se encuentran en situaciones extremas La Iglesia reconoce que la medicina paliativa puede proporcionar alivio del dolor y mejorar la calidad de vida de los enfermos terminales, permitiéndoles vivir sus últimos días con dignidad y paz.

8.    Dios nunca abandona a sus hijos, incluso en los momentos más oscuros, y nos ofrece la esperanza de la vida eterna.


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