Cuando
oro y viajo al interior, gano paz y armonía, me vacuno contra absurdas
exigencias e inútiles pretensiones.
Deseo
solo aquello que necesito, trato a los demás con bondad y soy un faro de potente luz.
Vivo
en paz y armonía porque no relego a un rincón mis valores y me guío siempre por
buenos principios. Elijo confiar en ti, Señor, y mi barco
capotea los escollos.
Unido a ti, Dios de mi corazón, soy fuerte contra las insidias
del mal y sé distinguir lo esencial de lo que es aparente y baladí.
¿Hay
algo más valioso que gozar de paz interior? Sé que no y,
por eso, amo y hay coherencia entre lo que hago y lo que pienso.
Cada
día le abro más espacio a lo espiritual y soy generoso al compartir y magnánimo
al perdonar.
Mi
meta es perfeccionarme, mi alegría nace de servir, y mis deseos ponen a
raya la ambición desmedida.
En suma, sé que acá estoy de paso y disfruto esa libertad que
gozan los que viven unidos a ti Dios, mi Creador.
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