Contaba
la Madre Teresa de Calcuta que un día se acercó a una anciana silenciosa y le
preguntó:
¿Cómo está señora? Ah, de comer, bien.
¿Y está abrigada con este frío? Si de
eso estoy bien.
Entonces,
¿está contenta, señora? No, dijo la anciana,
y se puso a llorar de un modo inconsolable.
Después, cuando la Madre le dio un abrazo y la calmó, la
señora dijo entristecida:
Mi
hijo y mi nuera no vienen a visitarme y tampoco me llaman.
Quisiera ver a mis nietos.
Dios quiera que esta historia toque conciencias dormidas y
corazones cerrados, en
especial de hijos ingratos.
La situación económica de muchos es
deplorable, pero acaso
hiere más la enfermedad del desamor.
También
hay pobres en las ricas mansiones que no carecen de bienes, sino de amor,
cariño y comprensión.
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