Cuando
una mamá o un papá trascienden y dejan hijos, es funesto tenerles lástima y
decir: "Pobrecitos".
Nadie es pobrecito, cada ser vive lo que necesita
vivir y es capaz de afrontarlo y crecer con lo que se llama
"malo".
La lástima, lastima; el pesar hace daño porque es
minusvalorar al otro e impedir que se haga fuerte en la tempestad.
Millares
de niños han sido huérfanos y han llegado a ser seres exitosos
y maravillosos.
Es más, hace siglos eso era el pan de
cada día porque la muerte
asechaba en cada recodo del camino.
Huérfanos
capaces, no "pobrecitos, fueron Da Vinci, Miguel Ángel, Bach, Dickens,
Chaplin y muchos más.
Borra
las palabras lástima o pesar de tu mente y cree que todo lo
que llega es para el bien, aunque talle y sacuda.
Antes de encarnar el espíritu de un
niño ya sabe a qué viene, y
eligió ser huérfano y crecerse en la dificultad.
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