Padecerlos de vez en cuando no supone un
problema para la salud, lo
malo es cuando estos episodios acaban siendo compulsivos, lo que que
puede conducir a la obesidad o
a sufrir desórdenes alimenticios. También puede afectarnos
psicológicamente, porque en algunos casos ceder al antojo puede ir acompañado
de un sentimiento de culpa y vergüenza por haber sucumbido a la tentación.
Aunque los antojos son tan antiguos como la humanidad, ha
sido recientemente cuando se ha empezado a estudiar su origen.
Pero
¿de dónde vienen esos intensos deseos de comer determinados alimentos? Estudios
recientes sugieren que las imágenes mentales que nos hacemos de los alimentos
pueden ser clave. Los resultados de una investigación
demostraron que la fuerza
con la que los participantes deseaban un alimento estaba directamente
relacionada con la nitidez con la que imaginaban la comida.
Las
imágenes mentales ocupan además recursos cognitivos. Los
estudios han demostrado que cuando
los sujetos se están imaginando algo tienen dificultades para completar
diversas tareas cognitivas. En un experimento, los voluntarios a los que
se les antojó chocolate recordaban menos palabras y les llevó más tiempo
resolver problemas de matemáticas, que a los voluntarios que no tenían antojo
de chocolate.
Invertir
el deseo
Este
vínculo entre los antojos y las imágenes mentales, junto con el hecho de que
las imágenes mentales ocupan recursos cognitivos, podrían explicar por qué los
antojos de alimentos pueden ser tan perturbadores. A
medida que nos estamos imaginando un alimento específico, gran parte de nuestra capacidad
cerebral se concentra en ese deseo y nos cuesta realizar otras tareas.
La nueva investigación sugiere que esta
perversa relación puede también funcionar en la dirección opuesta: sería
posible utilizar los
recursos cognitivos para reducir los antojos. Los resultados de un
experimento revelaron que los participantes que habían experimentado un antojo
redujeron el deseo después de que imaginaran lugares comunes (por ejemplo, se
les pidió que visualizaran en su mente la aparición de un arco iris) u olores
(se les pidió que imaginaran el olor de eucaliptos).
En otro experimento, a los voluntarios que
tenían un antojo se les pidió que miraran fijamente una pantalla con puntos
negros y blancos (como una televisión desintonizada). Según sus testimonios, experimentaron una
disminución en la intensidad de las imágenes sobre el alimento deseado y por
tanto una reducción del antojo.
Para
los investigadores, estos hallazgos indican que «visualizar determinadas
imágenes en la mente podría convertirse en un método prometedor para poner
freno a los antojos de alimentos». Y no sólo eso, sino que
los autores concluyen que estos enfoques experimentales pueden extenderse más
allá de los antojos de alimentos y tienen implicaciones para reducir las ansias de otras sustancias como
las drogas y el alcohol.
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