Antes de entrar a una funeraria dile a
Dios: "Estaré mudo para no pronunciar frases que causan dolor".
En
efecto, mira la siguiente lista de tonterías dichas con buena intención y
pésimos resultados:
Ya tienes un angelito en el cielo, allá
está mejor, Dios sabe cómo hace sus cosas,
quién sabe de qué lo libró Dios.
Lo siento mucho, sé fuerte, te
comprendo; horrible, horrible;
¿cómo te sientes? Esa pena
es para toda la vida, no llores porque lo frenas.
Estas
son las frases de cajón
más frecuentes que al doliente le llegan como una pedrada o un insulto.
En lugar de hablar, saluda en silencio,
da un abrazo afectuoso y nada más.
Tu presencia habla y tu mejor regalo es
callar.
Habla solo si la persona te lo pide y evita consuelos inútiles como
ese de "Dios cortó
esa flor para el jardín del cielo".
Tampoco pares el llanto del doliente; si no llora se guarda el dolor
y se enferma.
¡Qué ignorancia tenemos sobre la muerte y el duelo!
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