Su
nombre secular fue Agnes Gonxha Bojaxhiu,
pero la conocemos como Teresa de Calcuta o Madre Teresa de Calcuta. Fue
una monja católica de origen albanés, naturalizada india, que fundó la
congregación de las Misioneras de la Caridad en Calcuta en el año 1950.
Durante más de 45 años atendió a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, al
mismo tiempo que guiaba la expansión de su congregación, en un primer momento
en la India y luego en otros países del mundo.
Según
Teresa, «para personas que vivieron como animales, una muerte hermosa es morir
como ángeles, amados y queridos».
Tras su muerte, fue beatificada por el papa Juan Pablo
II. Su canonización fue aprobada por el papa Francisco en diciembre de 2015,
después de que la Congregación
para las Causas de los Santos reconociera como extraordinaria la curación de un
brasileño enfermo en estado terminal.
En
el año 1979, recibió el premio Nobel de la Paz al «trabajo emprendido en la
lucha por superar la pobreza y la angustia, que también constituyen una amenaza
para la paz». Teresa rehusó asistir al banquete ceremonial ofrecido a
los premiados y pidió que los fondos de 192.000 dólares se entregaran a los
pobres de la India.
Cuando la Madre Teresa recibió el premio, se le preguntó:
«¿Qué podemos hacer para
promover la paz mundial?» y respondió «Vete a casa y ama a tu familia».
Aunque no todas las informaciones apuntan hacia la bondad
de su obra. En un artículo crítico, el Diario Público informa:
Durante
su vida la Madre Teresa abrió 517 misiones de acogida para los pobres y
enfermos en más de 100 países. Sin embargo, estas misiones han sido
descritas como “casas de la muerte” por los médicos que las visitaron y
trabajaron en ellas en la ciudad de Calcuta. Según explica el artículo del
diario canadiense, dos tercios de las personas que acudieron esperaban encontrar
atención médica, mientras que el otro tercio sólo esperaba encontrar una muerte
en mejores condiciones. Lo
que se encontraron los doctores fue una gran falta de higiene, unas pésimas
condiciones de atención, alimentación inadecuada y una importante falta de
analgésicos.
Cuentan
que una vez le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta ¿por qué amar a los
animales? Y ella respondió:
Porque
lo dan todo, sin pedir nada. Porque ante el poder del hombre que cuenta con
armas… Son indefensos.
Porque
son eternos niños, porque no saben de odios… Ni guerras.
Porque no conocen el dinero y se conforman solo con un
techo donde guarecerse del frío.
Porque se dan a entender sin palabras, porque su mirada
es pura como su alma. Porque no saben de envidia ni rencores, porque el perdón
es algo natural en ellos. Porque saben amar con lealtad y fidelidad. Porque dan
vida sin tener que ir a una lujosa clínica.
Porque
no compran amor, simplemente lo esperan y porque son nuestros compañeros,
eternos amigos que nunca traicionan. Y porque están vivos.
Por
esto y mil cosas más… ¡Merecen nuestro amor…! Si aprendemos a amarlos como lo
merecen…estaremos más cerca de Dios.
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