Acostumbrados a seguir los cambios del mundo a través de
las noticias, podemos llegar a creer que las cosas que suceden son totalmente
ajenas a nosotros, y que lo único que podemos hacer es adaptarnos a las
circunstancias. Si son adversas, entonces solo cabe aguardar que cambien. Esta
espera de tiempos mejores obvia un hecho relevante: cada persona, con sus
pensamientos y actos, tiene un notable poder para configurar su realidad.
Como reza una ley
del mítico Hermes Trismegisto, “si tú cambias, todo cambia”.
En nuestras manos
está decidir nuestras expectativas y el tipo de relación que establecemos con
el mundo, lo cual acaba definiendo en gran parte cómo será nuestra vida. En un
nivel inconsciente, nuestra mente guía nuestros actos para ayudar a que aquello
que creemos que sucederá pueda hacerse realidad. Por consiguiente, aquella
persona que está convencida de seducir a alguien o de realizar una venta, por
poner dos ejemplos, tiene una probabilidad mucho mayor que quien tiene la
expectativa opuesta.
Es lo que el sociólogo Robert K. Merton llamó profecía
autocumplida. Nuestra conducta está condicionada por lo que prevemos que
sucederá. Así, tomando uno de los ejemplos anteriores, el comercial que está
seguro de poder cerrar la venta actúa con una serenidad y convicción que dan la
confianza necesaria al cliente para aceptar el trato, mientras que quien se
programa esperando el fracaso actuará de forma dubitativa y nerviosa,
transmitiendo ese mismo mensaje al comprador, que se pondrá a la defensiva.
En su libro ¿Y tú
qué crees?, Eva Sandoval explica de este modo cómo actúa nuestra programación
para el éxito o el fracaso: “Hay muchas personas que no ven satisfechos sus
deseos, que viven un proyecto fallido tras otro, que, pese a hacer terapia,
leer libros y asistir a seminarios, sienten que están como al principio. Llegan
a pensar que tienen mala suerte, que les falta algo que otros tienen… Sin
embargo, su suerte raramente cambiará a no ser que tomen conciencia de las
creencias limitadoras que condicionan su vida”. Algunas de estas creencias
limitadoras, ocultas en el inconsciente pero activas, serían:
No merezco que
las cosas me vayan bien.
Hay otras
personas mucho más capacitadas que yo para esto.
Si lo consigo,
los demás me envidiarán y perderé su aprecio.
Hay innumerables
mensajes de autoboicoteo como estos que condicionan lo que decimos y hacemos y
que, por tanto, nos procuran resultados negativos. No obstante, si tomamos
conciencia de ellos, tenemos la oportunidad de cambiarlos y, de este modo, dar
un giro a nuestro destino. Hay dos maneras básicas de abordar nuestra
existencia: en clave de carencias (aquello que nos falta) o en clave de
oportunidades (aquello que se nos ofrece). Según donde fijemos la mirada,
estaremos facilitando que suceda una u otra clase de cosas.
Según el escritor
y conferenciante Brian Tracy, “uno no obtiene en la vida lo que quiere, sino lo
que espera. Nunca podemos alzarnos por encima de las expectativas que tenemos
de nosotros mismos. Y la buena noticia es que podemos construir las nuestras
propias. Una actitud de expectativa positiva es la marca de la personalidad
superior”.
Un enfoque favorable sobre los acontecimientos implica no
solo confiar en uno mismo, sino también en la disposición de los demás para
colaborar con nosotros y ayudarnos en nuestro camino. Detrás de muchas
experiencias de fracaso está la profecía autocumplida de que no encontraremos
apoyos para lo que nos hemos propuesto o, peor aún, que el resto del mundo hará
lo imposible para intentar frenarnos. Pero antes de que eso suceda, la mente
inconsciente ya se encarga de dinamitar el camino hacia la consecución de
nuestra meta. Así, podemos decirnos a nosotros mismos y a los demás: “¿Lo ves?
Ya te decía yo que pasaría”.
Esta actitud de
autoboicoteo es inconsciente, por lo que basta con darnos cuenta de que
operamos a través de ella para dar la vuelta a nuestra programación. Tal como
afirma Brian Tracy en su libro “El camino hacia la riqueza, como solamente
usted puede dominar sus pensamientos”, se encuentra en total control de su
vida. Si desea cambiarla en el plano exterior, solamente tiene que ponerse a
trabajar para cambiar su interior. Según las leyes universales de la mente, en
la medida en que su mundo interior cambie, el mundo exterior también cambiará
para adaptarse al primero”.
Un relato tradicional glosado por Paulo Coelho cuenta que
Abel y Caín llegaron a un gran lago y se acercaron a la orilla para contemplar
sus aguas. –Aquí dentro hay alguien –comentó Abel a su hermano, sin darse
cuenta de que estaba viendo su propio reflejo. Puesto en alerta por si se
trataba de alguna criatura amenazadora, Caín levantó su bastón y se asomó a las
aguas. Al ver que la imagen hacía lo mismo, permaneció muy quieto esperando el
golpe. A su lado,
Abel miraba su
propia imagen en el lago, que le regaló una sonrisa. Eso le provocó una
carcajada, y el ser del lago hizo lo mismo. Al alejarse de allí, cada uno de
los hermanos se fue con una experiencia opuesta. Caín se decía: “¡Qué violentos
son los seres que viven en el lago!” Por su parte, Abel pensaba: “¡Qué lugar
tan agradable! En el lago viven seres amables y risueños”.
Esta fábula
ilustra de forma reveladora cómo nuestras relaciones con los demás están
marcadas por nuestras ideas preconcebidas. La persona que ve a todo el mundo
como una amenaza actúa con tal desconfianza y agresividad que provoca esas
mismas actitudes por parte de los demás. En cambio, si mostramos una
expectativa de bondad y colaboración, atraeremos a personas de ese mismo signo.
Para transformar
nuestra existencia en algo mucho mejor no basta con modelar solo nuestra mente,
confiándolo todo a la ley de la atracción. Ese cambio fundamental no producirá
frutos si no lo acompañamos de la creación de nuevas circunstancias.
Tal como explicaba Álex Rovira al analizar las claves de
su primer best seller: “Si ahora no tenemos buena suerte, tal vez sea porque
las circunstancias son las mismas de siempre”. Para que aparezca la buena
suerte es conveniente crear nuevas circunstancias, y lo mejor para ello es fijarse
en los errores. El error es la base del cambio, y eso es importantísimo.
Charles Darwin, por ejemplo, siempre llevaba una libreta encima para anotar
todo aquello que no le cuadraba. Sabía que, de lo contrario, el subconsciente
haría que lo olvidara. Darwin entendió que inspirándose en el error podría
conseguir su objetivo. De esta libreta salieron las ideas de su libro La
evolución de las especies”.
Además de optar
por un enfoque positivo de la realidad, estando atentos a las oportunidades, si
nos comunicamos y actuamos mejor, estaremos creando nuevas circunstancias que
nos procurarán resultados más favorables.
Para
aumentar la calidad de nuestra vida hemos de empezar cambiando el escenario de
nuestros pensamientos y nuestros actos, en lugar de perder tiempo y energía
señalando enemigos o tratando de cambiar a los demás.
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