Dicen que las flores no dejaban de cantar tu
nombre, como si hasta la naturaleza supiera lo especial que eres. Tu
nombre, cariño, es más que un sonido, es música para el alma. Las
olas de los mares te hicieron un chal de espuma, como si los mismos
elementos quisieran adornarte con la pureza de la naturaleza.
Y entonces,
la Luna, curiosa,
no pudo evitarlo y bajó a mirarte el corazón. Al verte, se dio cuenta de algo
sorprendente: no había visto un Sol más radiante que el que llevas
dentro. ¡Y esa es mi mayor bendición! Tenerte a mi lado, besarte, andar de la
mano contigo. Mi cielo, mirarte a los ojos y decirte, con
todo el amor del mundo, un
te quiero al oído. Porque sí, yo te lo digo: ¡Qué bendición!
Dicen que hasta las palmas aplaudían cuando
escuchaban tus pasos. Es como si todo lo que tocas, lo que miras, se volviera divino.
Los ríos mismos no podían quedarse
quietos al contemplar tus ojos, esos ojos divinos que iluminan mi
vida. Y entonces, un
lucero bajó también para verte, y al mirarte, se dio cuenta de que no
había visto Luna llena más bella que mi bendición.
Tenerte,
besarte, andar contigo de la mano, es lo más hermoso que
he experimentado. Mi cielo, mirarte y decirte un te quiero es
mi mayor felicidad. Porque, cuando me hablas, oigo un coro de amor para dos, y en tu voz se
esconde el más dulce te quiero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios