Bajo el mismo cielo infinito,
donde las estrellas tejen destinos,
el amor no nace en la perfección, sino en las
grietas del dolor.
Es un faro en la tormenta, un susurro en el silencio,
la prueba de
que la luz más brillante surge de la oscuridad.
"El amor verdadero nace de los tiempos difíciles".
Y es ahí, en esa
fragilidad, donde descubrimos su fuerza.
"Sin dolor, ¿cómo conoceríamos el placer?"
Cada lágrima es un río que nos lleva
hacia lo que realmente importa: amar y ser amados.
Mis pensamientos son estrellas errantes,
fragmentos de luz
que no logran formar constelaciones...
hasta que tus ojos se convierten en mi mapa.
Porque el
amor verdadero debería durar, como mínimo, toda la vida,
aunque el universo
conspire, aunque el tiempo nos alcance.
Sabemos que el olvido nos espera.
Que algún día, hasta el Sol devorará esta
tierra.
Pero aquí y ahora, elijo amarte.
¿Qué es el tiempo frente a nuestro
"pequeño infinito"?
Un suspiro, un instante… y,
sin embargo, eterno.
"El dolor no te cambia, te revela."
Y en esa revelación,
encontramos nuestra verdadera fuerza.
Amar es mantenerse firme, pase lo que pase,
aunque el mundo no conceda
deseos,
aunque
las estrellas se alineen en contra.
Cuando la noche sea más oscura,
recordaré que el universo quiere ser notado.
Que en cada risa
compartida, en cada memoria,
hay un destello de
eternidad.
Porque algunos infinitos, aunque
breves, brillan más que otros.
El nuestro podría ser fugaz…
pero arde con la fuerza de mil soles.
Así que elijo esta verdad, simple y profunda:
"Te
quiero". En presente. En futuro. En siempre.
Porque mientras haya
un latido,
mientras una estrella brille en el firmamento,
nuestro amor será el
verso que ni el tiempo ni el olvido podrán borrar.
¿Y tú? ¿Ya encontraste tu constelación?
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